Desde
que existe la civilización como agrupación formal producto de sistemas
simbólicos de representación, sean templos, imperios, reinos o los modernos
estados que agrupan principados de origen étnico (caso reciente de Europa),
existe un construcción social vertical en la cual una minoría o elite se
diferencia de una mayoría o pueblo.
En
el colonialismo latinoamericano esto fue y es hasta hoy palpable, como en el
soberano y popular Estados Unidos industrial del norte, también se comienza a
ver con la mala evolución del sueño individualista self-made.
Una
elite siempre se diferencia, sea reprimiendo al pueblo o aparentando
representarlo.
Claramente
existen tipos de diferenciación de esta elite: teocracias, aristocracias,
plutocracias, tecnocracias o también democracias. Decir como Churchill que:
"La democracia es el menos malo de los sistemas
políticos.", es de un oportunismo feroz.
En
lo personal para mí la democracia moderna es como la esperanza de la caja de
pandora, quizás el peor de los males. La elite burguesa y plutócrata ha
encontrado en la democracia moderna el mejor sistema político para aparentar en
un "ethos magistral" la idea de soberanía popular, ocultando en paralelo
la diferenciación terrible que crea la desigualdad planetaria del
imperialismo.
Es
sabido que la revolución francesa abolió todo menos la riqueza. Vivimos un
doble discurso de aparente antagonismo, que camina en la misma dirección. El
imperialismo e industrialización inglesa necesito la revolución francesa y su
triada poderosa para imaginar nuevos mundos posibles. La derecha e izquierda
unida, jamás será vencida dijo Nicanor Parra. Tanto el pesimismo de Hobbes como
el optimismo de Rousseau, apuntan en la misma dirección. Hasta David Hume
era amigo de Adam Smith!
Los
ricos como elite necesitan pobres para diferenciarse de la masa, lo cual genera
dominación, explotación, sistemas grandes complejos y por tanto brecha en un
mismo contexto, lo cual lleva a una desigualdad crítica. Unos pocos con acceso
a lo diverso son libres ciudadanos del mundo, creando como efecto que otros
muchos se vean obligados a atenerse a roles serviles de vida homogénea en
localidades tristes e iguales. Esta manera de “diferenciación” sin embargo, es
una desigualdad circunstancial e histórica, una construcción social temporal
que no es una condición a-temporal de la naturaleza humana, pero su escala
global hace que se perciba como universal y por ende ley de nuestra propia naturaleza.
Esto es obvio.
Lo
complejo está en creer que la idea honesta e idealista de defender los derechos
sociales por parte de la nueva izquierda, podría efectivamente hacer más
eficiente y justo el sistema. Esto puede ser, hacerlo más
"eficiente", pero otra cosa muy distinta seria ofender directamente
los intereses corporativos, lo cual pondría en jaque la misma dialéctica
interna del sistema, la real causal del problema del planeta.
Asumamos que la protección social es una medida reactiva a un problema jamás abordado, cuando el estado protege gastando sin generar, se endeuda con la banca dando a la derecha neo-liberal, los argumentos perfectos para que hable de un "estado derrochador". Los estados deben crear tecnología e industria soberana a un know-how o préstamos extranjeros. Con nuestros brillantes tratados de libre comercio, claramente Chile está a años luz de eso. Chile tiene cada vez menos industria, pero no se trata tanto de industria, como de pequeña industria, pequeña escala e inserta en barrios de tejidos que se comunican más allá de una manera rápida y funcional.
Optimizar el acceso de todos los individuos de un grupo a satisfacer sus necesidades en red, no acerca afectivamente al grupo a otros tejidos de nuestra naturaleza. La brecha no solo existe como distancia entre sub-grupos, sino también entre las personas. Wittgenstein sin embargo dijo que la precisión y rigor del lenguaje no necesariamente mejoran la comunicación.
La
aparente “comunicación” que promete el “ethos” democrático con la igualdad
funcional, sin reconocer que no existe una comunicación real, es el escenario
ideal para esta nueva élite que nos representa, una élite acomodada
de muchas fases, que anhelamos ser y odiamos ser. Siempre ocurre: acomodarse
primero y luego hablar de inspiraciones nobles, hasta los samuráis operaron con
esta lógica. Estar acomodado permite holguras abusivas, de derecha
o izquierda, de arriba. No se trata de tener conciencia
ante el sistema, se trata de cambiar la misma estructura del sistema, creo que
mientras no se asuma que la diferencia no la hacen hombres buenos o malos, sino
un cambio en el operar mismo, no hay solución.
Desde
que se abrieron los templos herméticos al pueblo, esta élite plutócrata
ha hecho creer que todos pueden tener acceso al “centro social”, su nuevo
relato de turno. La nueva derecha neo-liberal invita a los “individuos” a
competir libremente por este anhelo contradictorio, propia de la "Tragedia de los Comunes"
o "Los Bastardos de Voltaire",
en un sistema que llama mercado más democrático para hombres libres, una economía
social de mercado.
El
sistema hace eco manipulando y tergiversando a su favor procesos naturales, falsifica condiciones
naturales. Lo que siempre ha sido natural por ejemplo, es que unos quieren
conservan su posición producto de un designio divino tradicional lidiando con
la culpa de tener el deber de mantenerlo, y otros quieren radicalizar la
fatalidad de su azar iniciando procesos revolucionarios a partir del
optimismo utópico. En todo orden de dos clases, existente desde tiempos inmemoriales,
la lucha de clases.
Unos
pocos quieren perpetuar su posición en
el círculo endogámico de una familia cerrada y acomodada para el
bienestar de sus hijos, y los otros muchos esperan que un estado protector le de
bienestar a sus hijos, por lo cual exigen derechos en la medida de su educación
(información) y conocimiento que manejan
respecto a las trabas que impone la clase dominante. No reconocer este instinto
natural de supervivencia o preservación que sostiene la misma lógica del
sistema, es hipócrita.
El
dilema de “amor a la patria o amor a la tribu” de Glifford Geertz, nos plantea sin
embargo el problema de “¿cuál es la escala del escenario para crear una
comunidad justa?”, ¿quiénes son “nosotros” y quiénes son los “otros”?. ¿Hasta
dónde somos responsables? ¿Hasta dónde ven nuestros ojos?
Aquí
surgen todos los "supuestos" que desvirtúan lo real, próximo y local.
La idea instalada por esta burguesía plutócrata, de una aldea global, nos
descentra de nuestra real responsabilidad local, haciéndonos partícipes y
responsables de una escala virtual, utópica y finalmente frustrante.
Obsesionarse en cosas que no están al alcance, hace descuidar lo que si esta
ante los ojos.
El
estado por ende lo entiendo como un orden formal sostenido mediante un
mecanismo que crea movilidad social en un determinado contexto, que compite
entre sí y con otros por anhelos de posición respecto al todo, mecanismo ahora
aparentemente de acceso para todos.
Y
desde arriba se inventa un pluralismo infranqueable, la posición del
conservador es validada por el radical acomodado y vocero del anhelo popular,
en la medida que se sostenga la apariencia democrática que él administra. No
hay peor político que el izquierdista acomodado, el vocero del pueblo en el
fondo el capataz del patrón. Al menos el derechista es consecuente con su
postura, da la cara aunque sea un cara de palo, delirante o ingenuo basado en su historia épica y mágica.
El izquierdista tibio y burgués ilustrado en cambio tiene dos caras,
habla de procesos históricos de injusticia, pero desde el mismo pedestal de
injusticia..
La genuina radicalidad y resistencia tiene que confrontar, luchar aunque se pase mal y sacrifique, estar con el pueblo y vivir su realidad, eso es clave. No ir a las poblaciones durante las elecciones a besar niños moquillentos frente a las cámaras. Es clave no acordar, pactar y acomodarse en el medio entre el poder y la masa, para estar "bien" aunque parezca lo "razonable" y por ende no inmoral. Pero los ejércitos no están para cuidar nuestras fronteras, están para cuidar la posibilidad de nuestra propia sublevación y que el orden funcione. Con la tecnología y los dispositivos de control, "la revolución" como mecanismo de rompimiento, es tan distante, que se prefiere ignorar como alternativa. Se concluye entonces que el problema hay que resolverlo desde adentro y esa es el gran problema, la trampa. Desde adentro implica posicionarse en el centro, donde inevitablemente se distancia del borde y lo marginal. La escala local, cercana, su empoderamiento real con la menor influencia central y genuinos representantes destituibles en cualquier momento por un cabildo local, podría ser un acercamiento a una democracia "mas " justa. Pero también existe una amenaza a ese tejido interno de comunidad: la idea de individuo liberal capitalista.
Si
bien comparto obviamente la necesidad de una democracia más eficiente y
real que pueda efectivamente disminuir la brecha en un aquí, cuestiono los
mismos valores en curso que pretende administrar esta democracia con mayor
igualdad. Un país desarrollado crea efectos colaterales en otros puntos del
globo. Los países ricos endosan la carga a los países pobres. Puede ser
gratificador sentir que localmente mejora la implementación de derechos
sociales, pero esto inevitablemente tiene un costo en otras latitudes,
mientras exista libre flujo de capitales, para incentivar la competencia de las
naciones, que no pueden auto-regularse gracias al neo-dogma capitalista de la
“trinidad imposible”.
La
mejor manera para esconder la diferencia planetaria, es trasladar el foco de
atención desde el futuro al pasado. El pasado como origen diverso de colectivos
se traslada al futuro como acceso a la diversidad por parte del individuo
autoconstruido. Desconocer el pasado, la historia y la emergencia común, lleva
a la individuación universal.
El
engaño de esta nueva oligarquía que invita a este proyecto liberal “común”, es
desconocer el hándicap de un pasado no solo desigual, sino de cosmovisión
diferente. El pacto derecha izquierda se esconde en el hecho que el
proyecto de futuro liberal y privado requiere un pasado de igualdad pública y
civil que ellos llaman homogéneo y la izquierda defiende como estado de paz. El
ciudadano neutro, sin historia o pasado pero en paz, lleno de supuestos
racionales y universales, es el mejor actor para invitar a esta guerra de
competencia por su libertad, diferenciación y posición de privilegios
ante un pasado inerte y plano, de un verdadero museo humanista.
La
derecha retrograda y conservadora siempre ha intentado escapar del pueblo
preservando su anacrónica tradición moral, costumbres arbitrarias y oscuras,
por la culpa a no defraudar su deber de preservar y perpetuarse. La nueva
derecha en cambio quiere liberarse de esta culpa, invitando a todos a ser
partícipes de un proyecto común que ellos puedan claro, administrar. Para la
ortodoxia fascista esta joven falange es ideal como representante de un rostro
humano, cristiano y dadivoso. Representa la transición y acercamiento de
las clases que apacigua el conflicto por medio de la esperanza en que se
instauran valores universales comunes a todos. Pero mas sabe el viejo por viejo
que por diablo, quien dice. "hagan lo que yo digo, pero no lo que yo
hago".
Las
grandes empresas, holdings, multinacionales, acaparan los grandes, medianos y
pequeños mercados, otorgando derechos a patente, concesiones o franquicias, con
lo cual comienzan a controlar cada nicho y hacen difícil la competencia a los
pequeños independientes. Se entiende la angustia de la PYME y la falta de apoyo
estatal, con lo cual no me refiero siquiera a través de subvenciones, sino
permitir y proteger ciertos espacios donde no se filtren las grandes cadenas de
pequeños negocios. La expansión de la plaza automotriz hace imposible el
transito, no existe incentivo de usar transporte público o bicicleta, pero si
la posibilidad de comprar autos cero kilometro a mil cuotas. Las mineras gastan
el 80% de nuestra electricidad con lo que se entiende que en vez de incentivar
la eficiencia energética, quieren generar más energía. Existe tanto ejemplo.
Para movilizar al pueblo dentro de este dificil escenario, esta nueva camada de renovación nacional humanista cristiana dice desconocer su tradición oscura y en realidad todas las tradiciones que atenten contra una historia común y universal. Por inspiradora que parezca en principio, ganando adeptos y simpatizantes, esta igualdad universal resulta insípida y homogénea, que procesada y elaborada se torna la nueva antítesis: nihilista, coactiva y endógena del solitario foro interno, que siente un atentado a su libertad que lo lleva a defender y diferenciarse por medio de la tesis proactiva de ser individuo en un mundo que mueve su voluntad con posibilidades exógenas, en que el otro ha pasado a ser la alteridad formal paranoica y especulativa lejana, cuando fue su comunidad interna de afecto y ancestros cercanos. La idea de "individuo" es una reacción y negación al inconsciente por medio de una apuesta consciente y racional que se distancia del mundo de todas las tierras y alinea con un orden universal.
Los revivales de la izquierda, por reposicionar esta “comunidad”, simplemente han sido un fracaso o en el mejor de los casos un mediocre y cobarde empate. Mientras que a la derecha del padre este el hombre derecho y a su izquierda este el siniestro, no existirá un cuestionamiento al calvinismo cristiano y laico siempre imperante, que ahora cuenta con espectros más amplios de ateos y materialistas históricos.
Siempre
existirá un empate porque repito:
Mientras
sigamos defendiendo los derechos sociales, que son las luces “dadas” por
la ilustración, sin atrevernos a ofender los intereses corporativos que
son los mundos facticos, deterministicos, tabúes u oscuros ocultados; el
mejor resultado que tendrá el pueblo o individuo oprimido en un partido de
cualquier liga, será de 0 a 0. El sistema en este escenario que todos
validamos sin excepción, nunca perderá.
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