LA PRIMERA CIUDAD SIEMPRE HA SIDO LA ULTIMA

TEXTO ESCRITO EN PICARQUIN 2003

CUANDO INICIABA EL SERVICIO PAIS

(LA PRIMERA CIUDAD SIEMPRE HA SIDO LA ULTIMA)

En las convenciones o modelos sociales, cívicos y urbanos, Inducidos por estrategias ilustradas, creer importante la experiencia empírica, es algo confuso. Tal vez en sus accidentes, pero no su ecuación deliberada. Kepler sabia de Plutón antes de ver los telescopios, lo vislumbro, pero nunca lo ha tocado nadie, fue una certeza que solo permite ser contemplada desde la distancia, desde un poderoso telescopio. La urbanidad moderna es el mundo de los racionales, especulativos y deductivos, fantasiosos y pragmáticos, De jóvenes impetuosos y solitarios, que creen en la autoconstrucción sin padres y menos abuelos, la condición de una memoria casi olvidada.

Sin embargo
En la ruralidad, la experiencia es la única manera posible. Es donde los ancestros toman las fuerzas de una sabiduría milenaria, encarnada en los abuelos de todas las tierras, los vivos y ya muertos, que contemplan la inmensidad de los dioses tutelares envueltos entre los hombres y mujeres del mundo de la tierra, no del cemento y las industrias, que inventaron otra naturaleza, inventaron otro caos, de la impotencia y lo errático, donde la dignidad real del trabajo, es algo casi insostenible. Adornada si, de fantasías y sueños paralelos. Trabajos forzados que existen, para la libertad de realizar anhelos perdidos.

Donde quedaron los trabajos amados, para encarnar dioses lejanos, trabajos para curtir el alma, mas que mejorar los rendimientos, rendimientos que en realidad solo a muy pocos le importa.

Trabajare mi tierra ... y desde allí mirare lo inconmensurable del mundo. Abandonando las maquinas, que destruyen el esfuerzo visceral, el instinto de guerreros y la intuición de brujas encantadas de fuego y pureza.

El mundo de la urbanidad los ilustrados que creen en la reflexión y perfección, solo bailan con el demonio en un palacio de espejos, de tantas miradas que no miran, tantas certezas que se pierden, tantos sueños ... que al final solo se olvidan, solo se fugan en perspectivas y formas absurdas, nomenclatura extraña de soberbia e ignorancia.

Trabajare mi tierra, en un lugar donde aún se respeta al anciano, y se venera la inocencia de niños puros y despiertos, un lugar donde sabré escuchar esas pausas y silencios de voces firmes y serenas, como también sabré escuchar las voces dulces en el juego inocente de futuros hermanos de sangre y pasado. El trabajo amado, sin estos soportes de afecto, solo hará de mi técnica en ese mundo, un vaso de agua y aceite, donde sólo se verá, un cielo viscoso, para hacer las papas fritas.

Respirare aire puro, en el umbral donde cantan las estrellas y desprenden el vuelo pájaros milagrosos, que destellan en el silencio de una noche cualquiera. La tierra así, encarnara los signos, que desprenden la luz del recuerdo.

Espero trabajar en un lugar donde podré creer, que ejercer mis derechos, no es saber ser pillo para llenar formularios y hacer trabajos con cierta destreza. Pero si creo, en el derecho, de estar rodeado de un mundo de hombres atentos y poderosos, como de un mundo de mujeres encantadas de un cariño, capas de hacerme creer, en la renuncia de cualquier sueño, para simplemente poder tenerla entre mis brazos y protegerla hasta la muerte. En realidad no creo que esto se llame derecho, podríamos ponerle otro nombre.

Quiero renunciar a los anhelos, a las fantasías sin carne, de musas siniestras, capaces de encandilar los actos del oficio. Tornando el mundo una maquina sin fiestas, una maquina de ruido, que no escucha el llanto de un alma, que debe resignarse a trabajar sin estar, rindiendo a los sueños para rendir, para merecer una utopía (no lugar) donde poder especular despierto en el insomnio de tantos.

En lo rural, en el suelo esta la magia, los úteros del tiempo, habitada por una sutil realeza. Y en el firmamento, esta el castillo donde se revelan los designios de dioses. Dioses de un poder infinito, pero de una manera incierta.

En la ciudad, el suelo es un cemento sobre alcantarillas, donde están estancados los tabúes del mundo. La frustración oculta de tantos hombres que llegaron por un simple sueño, que nació de una falsa promesa. Una promesa representada en edificios soberbios, que se levantan al cielo y se coronan de ornamentos distantes, que repito por siempre, nos han prometido tantas cosas.

Los invito a no olvidar esto, cuando seamos muchos menos en presencia, trabajando lejos, entre montañas y ríos o mirando el mar, nos daremos cuenta que estamos en los reinos del mundo, donde aún se puede ignorar al pulento y poderoso, al jefe que se cree socio, al imperio de luces sin sombra aparente, universo soberbio de especulación y practica ciega, donde el cuerpo parece ya no hablar y la mente no deja de parecer tantas cosas.

Quiero entregar mis manos a un mundo, donde el corazón es capas de acoger la mirada certera. Una mirada que intuye las huellas que nunca fueron abandonadas por la memoria. Memoria de montañas, pueblos y mar.

¿Que cosas quiero entregar a esta lugar? Como motivar a hombres lentos, embriagados de tanta sabiduría. ¿Necesitaran cosas de mi viejo mundo, donde estudie tanto y recuerdo tan poco?
¿Cómo poder entregarles de mi mundo, sin espantar a sus abuelos y ancestros, allí vivos en la memoria mas que la materia? Memoria que encarna los sueños y mira de frente al misterio amable e inasible, el fenómeno de todas las tierras. Habitada por pueblos que sin verse, son capaces de añorarse a la distancia, en extensiones sensibles y no cartesianas, donde las carreteras y circuitos son otro cuento, que se debe aprender a aplicar con delicadeza certera, para que el cuento del cual hablo, pueda seguir mirándose de frente, para estremecerse ... como encantarse . Luchando y trabajando, con miedos honestos, que aun tienen mensura, medida, algo que se enfrenta como un enemigo... posible de amar.