lunes, abril 22, 2013

La hegemonía no se produce por un proceso espontaneo de poder, sino por un proceso arbitrario de poder.








A propósito de una respuesta al comentario de Carlos Peña por la destitución del ministro de educación en Chile:

No hay que ser tan alarmista. Pregunto: ¿“Se trizó la hegemonía de la derecha” o simplemente se generó una válvula de escape focalizando y resolviendo para bien o mal un aspecto muy puntual de la educación?

Un marco jurídico (Constitución del 80) implementó un modelo económico (El Ladrillo), que fue una estructura política diseñada con anticuerpos al movimiento social e intelectual ahora “desatado” según dice. Esta hegemonía está armada hasta los dientes. Por ejemplo el sistema binominal es la punta del ice-berg, después viene los quórums, etc…

Ahora, si hablamos de cultura, podríamos preguntarnos si ese  puñado de intelectuales (que a veces se cuentan con una mano), en el momento de “dominar el discurso público” por medio del diseño de un modelo que “plantea los problemas”, están:

¿Solucionando o distorsionando las convicciones y creencias que orientan el quehacer del pueblo como encarnación de la cultura?

Si creemos que pueden “fijar lo que estiman posible y correcto” aceptamos entonces por ejemplo que nos digan que cambiar el sistema de salud y las Isapres es algo populista e imposible de hacer. En esta misma lógica la cultura es entonces  un capricho azaroso que debe ser regulado por un “criterio racional”, que cae del cielo como verdad en el cual la sociedad debe descansar creyente y convencida. El paradigma científico moderno y capitalismo asociado nunca pudo refutar la cultura como variable de su ecuación perfecta de progreso utópico, pero sí políticamente la rechazó, lo cual es en sí bastante arbitrario, ¿no cree?

Su visión de lo que llama “espontáneo” es desde mi parecer muy sui-generis. La instalación forzada de un proyecto político, con el tiempo programa a la ciudadanía y así cuenta con un “criterio” que les determina de manera subyacente una libertad aparentemente espontanea, respecto a qué es correcto y qué no, qué cosa es absurda y cuál sensata, qué es posible y qué, en cambio, debe ser rechazado por imposible. Esta en lo cierto, la literatura de Gramsci o Bakunin llama a eso hegemonía.

El problema es que al reducir fenómenos sociales a un marco especifico que permite tomar decisiones, incentiva a pocos que le colocan precio al resto. Como fue la economía neoclásica para burgueses mercantilistas instalada por Portales. Pregunto: ¿El éxito alcanzado fue tal que llegó a naturalizarse, a aparecer como una simple descripción de la índole misma de la realidad o ese fenómeno fue en paralelo alimentado políticamente como lo correcto?  La elite de intelectuales, expertos en alinear la cultura y sacarle trote desde entonces, ha hecho los ajustes para que la cultura del trabajo funcione como la estructura social hegemónica, que glorificará a dios por medio del trabajo. Si somos los ingleses de América, creamos convencidos entonces que la ética protestante nos acercará al espíritu del capitalismo. (Weber)

Nada ha trizado ni lo más mínimo este trazado. No estamos ni cerca de un acontecimiento que irrumpa o altere el modelo, y el guion se repite subyacentemente una y otra vez, cambiando de sabor y forma, con variaciones e imprevistos programados de novedad descafeinada. Los conceptos dominantes siguen intocables en el subsuelo pero la cultura de las elites debe mostrarse perturbada y exhibir “lagrimas de cocodrilo” para que la "vida social" perciba algún tipo de efecto y evolución en la solución de los problemas. ¿Estar en guerra como dice Carlos Larrain? ¿Tomar distancia censurando? Todo esto es parte de la holgura programada que permite al espectáculo neo-liberal seguir funcionando perfectamente. 

El alineamiento cultural focalizado a un rol específico, es la apuesta de cualquier progreso, pero esto acontece esporádicamente cuando la cultura como fenómeno está bajo apremio. El problema es que el capitalismo global plantea que el mundo siempre está bajo apremio. 

Un punto de vista alternativo exigiría la transparencia de los posibles campos de acción, sino simplemente seríamos inducidos a deducir, que el mejor modelo es el que existe, cual circulo vicioso de conclusiones.  De este modo “el fervor de la calle” como dice, evidentemente no podrá reemplazar este modelo infranqueable.  Pero no contar con una solución racional a genuinas expectativas, no hace falsa estas expectativas. Por lo contrario, si las demandas culturales son ninguneadas y desacreditadas por los mismos expertos que supuestamente interpretan correctamente al pueblo ya que los representan, es más fácil cambiar a los expertos que lavar la cabeza de todo el pueblo con “supuestos” que ni más ni menos nos hacen confrontarnos y dudar de algo que al “sentido común” le parece lógico y posible. ¿Se debería poder pedir una segunda opinión cierto?

Por otra parte y seamos honestos: ¿Podemos responsabilizar a una izquierda de hacerse cargo de expectativas, la misma que ha sido incapaz de asumir que la vuelta a la democracia fue una victoria de Pinochet? No lo creo.

El método subyacente para alistar la elite intelectual de reclutas dice así a propósito de Feuerbach: “Si no hace lo que digo y hace lo que hago, no diga lo que hacemos, actúe y ni lo piense.”




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