Uno piensa
que acercarse a sí mismo lo libera, cuando lo que hace es comprometerlo con una
idea que se referencia con otra cosa. Esta idea es una imagen concreta que se
plasma en un paradigma, que le garantiza interacción. A algunos les significa sufrir
ya que esta idea construida de sí mismo no se condice con los lineamientos del
paradigma.
Para otros
permite un “progreso”, lo cual significa que el desplazarse esta imagen de posición
en el paradigma, hace que un mismo esfuerzo en términos de trabajo genere mayor
repercusión. Esta amplitud de repercusión hace parecer que existen mayores
posibilidades y un sentimiento de libertad, ya que efectivamente se crean
mayores efectos en otros, pero el sistemático posicionamiento por lo contrario,
va creando mayor dependencia y involucramiento, como una droga que va
sumergiendo en una ilusión de lo correcto, donde todo se va dando, pero nada es
realmente real. G. Hardin acusa este
hecho en su ensayo “La Tragedia de los comunes”, establece que efectivamente
existe una satisfacción de hacer lo correcto, pero simultáneamente existe la
duda hacerlo, que sitúa desde otro ámbito, un fuera del sí mismo, un al margen
del centro. “La vida está en los márgenes” dijo Balzac.
Existe una
compatibilidad entre la idea de mí que construyo y el paradigma que le va dando
espacio y posición, y esto se llama realización, satisfacción de sí mismo que
se va alimentando y tendiendo a lo que se llama “centro”. Soy coherente con la idea de mi mismo y las
cosas efectivamente me funcionan. A este estado de alerta y capacidad de centro se le atribuye
el concepto de inteligencia y es premiado, los distraídos del orden son desequilibrados
y viven “al margen” del mundo castigados.
En términos colectivos,
la utopía, sentido o norte del paradigma
de un estado moderno, es que el orden o estructura civil tienda a que todos de
alguna manera, se sientan cómodos dentro de su posición y colectivamente
funcionen como grupo. Esto hace la diferencia de un país desarrollado con un
subdesarrollado. Los individuos se sincronizan
y se constituyen como unidad compatible, respecto a otros órdenes o estados
vecinos. La situación internacional de
este Estado, opera desde la misma lógica de un sí mismo en relación un
determinado paradigma como lugar de referencia en el cual se posiciona.
En analogía
al sí mismo como persona natural que interactúa respecto a otros dentro de una
nación, esta la nación que trata internacionalmente respecto al globo. Esto a
escala macro.
En términos
micro, tipo micro física del poder en términos de Foucault, me atrevería a
decir que la programación de reflejos condicionados hechos actos reflejos (que parecieran naturales), hace al cumulo de impulsos del cuerpo,
alinearse respecto a determinadas operaciones y tender a una cierta función como rol aparentemente espontaneo.
Las partes se alinean respecto a un todo, constituyendo órganos en función de un
organismo.
El cuerpo
sin órganos de Deleuze y Guattari, justamente abre la posibilidad que un cuerpo
catatónico se libere de estos encadenamientos de distinta escala. Siguiendo el
juego de analogías; Si la nación es al mundo en la escala macro, lo que el sí
mismo es al estado, ¿que permite en la escala micro (interior) el alineamiento
al sí mismo?
La fijación
en un determinado ámbito.
Ciertas fijaciones van construyendo ciertas personalidades.
Las fijaciones determinan la obsesión, neurosis y frustración. Inducidos a
estas fijaciones deducimos un “uno mismo”. El sistema se encarga de que nos movilicemos
de fijación en fijación en el cuerpo, para que nunca sintamos plenitud como
entidad y el sí mismo siempre este buscando referencias a su incomodidad. La fijación
es incompleta sin el sí mismo, el sí mismo es incompleto sin el grupo y el
grupo es incompleto sin el mundo.
Esta situación
de vulnerabilidad por insatisfacción y falta de plenitud, crea acciones que se
fugan y proyectan sin mayor sentido en búsquedas impulsivas, que van consumiendo
personas y haciendo crecer la economía.
La economía crece consumiendo y endeudando. Ser uno mismo por lo tanto es ser
validado por otro, estar en el foco de lo que todos quieren, lo cual le da
valor. Cuando ese foco decae o se desenmascara, como es la mala educación como
negocio o lucro, antes que los consumidores y la opinión pública reaccione, los
inversionistas trasladan sus recursos y construyen otro nuevo foco para las masas
vulnerables e insatisfechas, sin haber perdido un centavo.
El orden que
nos venden para desplegar nuestro “si mismo”, es absurdo, y creer que al entrar
nuevos jóvenes a la política y cambiar desde adentro este orden puede hacer
algo, es una ilusión. Como minoría que siempre serán, quedaran desencantados,
amargados y pactarán finalmente con el poder y sus valores en curso, como lo
hizo la Concertación con el modelo neoliberal. La política como aparente medio
de liberación, crea una filosofía de vida, respaldada en la búsqueda psicológica
del uno mismo, referido al modelo sociológico que lo ampara. Las ciencia por su
parte favorece este soporte, economizando su difusión y consolidación con la tecnología,
como engañando respecto a sus impactos con falsos mecanismos de mitigación y
dudosa investigación biológica. Todo lleva a ese centro.
En ese
espacio al margen, donde una mirada difusa realmente me sitúe ante otro desdibujado, y no existe la obsesión neurótica
por alinearse de apariencias con otros respecto a un foco, cual farol de ideas
que nos salvará de una supuesta amenaza… es donde quiero estar para no ser otro.
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