¿Qué viene antes del estado? La
tribu. Clifford Geertz en su interpretación de las culturas establece un
dilema: ¿Amor a la patria (estado) o amor a la tribu (para-estado)? Las armas
son la única garantía real de soberanía y no las apuestas utópicas. En manos
del estado las armas no existen para defender sus fronteras, existen para
garantizar un status quo de un cuerpo abstracto que supuestamente da espacio a
todas las minorías o partes que regula en su interior, lo cual es relativo a “sus”
intereses como figura y no precisamente de estas partes.
Esto inevitablemente genera la
resistencia de activistas que establecen el control de las armas en un “antes”
del estado o para-estado, ya que las “mesas
de diálogo” no sirven de mucho cuando esta “figura estado” ve amenazado sus propios
intereses. El peligro para el estado es la amenaza de esta figura en forma de un
“status quo de la institucionalidad”, más que de la misma sociedad de partes
viva en ese estado. Y claro, al tomar las armas un grupo dentro del estado
(poder real), su exclusividad puede llevar a ciertas tensiones o promiscuidad
que condensan la liviandad de estos estados aparentemente “soberanos” y
equilibrados, que sin embargo se encuentran subyugados a hilos invisibles de
intereses foráneos que tarde o temprano explotan o se manifiestan de diversa
forma.
No creo en la soberanía de los
estados modernos, he escuchado por décadas los discursos de la
descentralización y no ocurre nada. Los fenómenos de delito casero, de desorden
dentro del orden, si bien son muchas veces repudiables, acusan una hipocresía
de fondo que los estados nunca han tratado ni querido resolver. Todas estas
explosiones particulares no son realmente tratadas, sino reprimidas o mejor
seducidos con discursos humanitarios y libertarios de una utopía que nunca
llega. A la institucionalidad no le interesa el homicidio en sí de uno de sus
miembros, le interesa que no se genere la desestabilidad de su orden, de su
imagen por medio de esa otra imagen. El mundo se está dando cuenta que los
estados son un mecanismo para estabilizar el abuso sistemático de
multinacionales, el desorden local es una “anomalía” de su supuesta salud como promesa
de progreso con igualdad (píldora o analgésico), no un síntoma que acusa la
incoherencia de su apuesta como tal.
En algunos lugares, los estados
dilatan el orden a puntos de
inestabilidad horripilante, en donde acostumbrados la gente, se conducen más a la
aceptación que al rechazo de estos delitos. Esto es caos programado, que si
bien afecta el “riesgo país” (indicador para que los inversionistas se
interesen o no en invertir en un país), justifica la necesidad de un estado
protector que “a medias” lucha contra la delincuencia de asesinos y
secuestradores.
Este escenario terrorífico para
Suiza, podría ser la normalidad de Colombia, la capacidad de adaptación es
sorprendente y esto se refleja la variabilidad de los estados en el mundo, que
sin embargo están todos alineados hacia un orden mundial.
¿Quizás en ciertos casos al estado no le
interesa enfrentar al para-estado? Por ejemplo al tener Colombia un alto “riesgo país”,
los inversionistas extranjeros la castigan con préstamos y condiciones absurdos que
benefician evidentemente a ciertos administradores corruptos del aparato
estatal. El para-estado alimenta el riesgo por medio de las crisis,
beneficiando a cierta milicia y ciertos políticos... sus padres, como bien dice Teresa Cardona en su relato.
Mantener la transparencia de
cierta escala de estado, es una ilusión que retarda el inevitable degeneramiento
de este, y el control político que puede hacer los grupos sociales sobre sus
representantes, es prácticamente nulo en las estructuras políticas actualmente diseñadas por la institucionalidad que
responde a acuerdos “internacionales” más que locales.
Una propuesta que se me ocurre
para abordar el problema: Analizar las mismas estructuras, sin anteponer la
idea que determinadas “conciencias superiores” pueden revertir en desenlace de
estas. La ciudadanía sigue creyendo en “voceros” o representantes capaces de
devolver la justicia a la ciudadanía. Creen que una figura “superior de
persona”, desde “adentro”, puede lograr cambios estructurales. Esto es falso,
las cuotas de poder son infinitas, ya que una posición de poder lleva a
acomodarse y no desmoronar esa misma comodidad, ya que la misma noción de lo
“común”, se ha perdido y nadie es inmune a ese hecho, por muy alta que sea su
moral o idealismo.
Por otra parte para regular, no
se trata de apuntarle a “alguien” en particular y cuestionar su desempeño
relativo a modo de programa de farándula, ya que la solución es analizar las
mismas estructuras sociales o soportes que permiten al sujeto “x” desenvolverse
en él.
La reacción de un grupo
minoritario de recluirse a un para-estado, debería ser una reacción natural y
espontanea de los grupos sociales si la “gran esfera” no les responde , pero
ese fenómeno es tergiversado y utilizado por los mismos poderes, para legitimar
esa escala “arbitraria” de control estatal ante la minoría o partes, conjunto
de partes bajo el alero de un estado militar disfrazado de ciudadanía
democrática, que cuenta con mas menos “riesgo país” y por tanto mas menos
interés de multinacionales. El riesgo de la imagen de un estado ante el mercado
global, es lo único que se encuentra en juego hoy, y por paranoico que parezca,
cada vez me convence más la existencia de un nuevo orden mundial en construcción.
¿Y qué es esa noción de lo común
que se ha perdido, que pudiera permitir que las personas se agrupen en torno a
un fenómeno social acotado y real enriqueciendo el tejido social de una macro
escala que no nos considera? Intuyo que tiene relación a que los individuos debemos
hacer una distinción entre lo que significa interactuar por sobrevivencia
extravertida, y lo que significa intra-actuar
como una necesidad de la vida misma.
Un país desarrollado de economía social
de mercado, simplemente ha afinado bien lo referente a la interacción y funcionalidad
de una buena sobrevivencia respecto al resto del planeta. Por otra parte el
subdesarrollo acusa cierta ambigüedad de ciertas “emergencias” que distorsionan
el orden o lo desdibujan, como dice Nietzsche muestran su crueldad si no son
escuchados. Pero Nietzsche también dijo hace 100 años: “Los antiguos guardianes
de la ortodoxia quemaban herejes, porque sabían que el espíritu era explosivo y
peligroso para sus intereses, pero los trataban en una forma mucho más realista
que los charlatanes seudo-liberales de hoy, defensores de la tolerancia” ¿Se
habrá referido a los estados modernos?
Lo colectivo está en crisis, cuando
es lo único que tenemos. La obsesión por el foco, nos hace perder la amabilidad
difusa del mundo, en donde lo común se inter-penetra des-dibujándose la misma individualidad,
más allá de interactuar desde roles individuales bien definidos. Si no somos
capaces de perdernos en el mundo, estamos perdidos.
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