martes, marzo 05, 2013

SIN PERDERNOS EN EL MUNDO, ESTAMOS PERDIDOS





¿Qué viene antes del estado? La tribu. Clifford Geertz en su interpretación de las culturas establece un dilema: ¿Amor a la patria (estado) o amor a la tribu (para-estado)? Las armas son la única garantía real de soberanía y no las apuestas utópicas. En manos del estado las armas no existen para defender sus fronteras, existen para garantizar un status quo de un cuerpo abstracto que supuestamente da espacio a todas las minorías o partes que regula en su interior, lo cual es relativo a “sus” intereses como figura y no precisamente de estas partes. 

Esto inevitablemente genera la resistencia de activistas que establecen el control de las armas en un “antes” del estado  o para-estado, ya que las “mesas de diálogo” no sirven de mucho cuando esta “figura estado” ve amenazado sus propios intereses. El peligro para el estado es la amenaza de esta figura en forma de un “status quo de la institucionalidad”, más que de la misma sociedad de partes viva en ese estado. Y claro, al tomar las armas un grupo dentro del estado (poder real), su exclusividad puede llevar a ciertas tensiones o promiscuidad que condensan la liviandad de estos estados aparentemente “soberanos” y equilibrados, que sin embargo se encuentran subyugados a hilos invisibles de intereses foráneos que tarde o temprano explotan o se manifiestan de diversa forma. 

No creo en la soberanía de los estados modernos, he escuchado por décadas los discursos de la descentralización y no ocurre nada. Los fenómenos de delito casero, de desorden dentro del orden, si bien son muchas veces repudiables, acusan una hipocresía de fondo que los estados nunca han tratado ni querido resolver. Todas estas explosiones particulares no son realmente tratadas, sino reprimidas o mejor seducidos con discursos humanitarios y libertarios de una utopía que nunca llega. A la institucionalidad no le interesa el homicidio en sí de uno de sus miembros, le interesa que no se genere la desestabilidad de su orden, de su imagen por medio de esa otra imagen. El mundo se está dando cuenta que los estados son un mecanismo para estabilizar el abuso sistemático de multinacionales, el desorden local es una “anomalía” de su supuesta salud como promesa de progreso con igualdad (píldora o analgésico), no un síntoma que acusa la incoherencia de su apuesta como tal. 

En algunos lugares, los estados dilatan el orden  a puntos de inestabilidad horripilante, en donde acostumbrados la gente, se conducen más a la aceptación que al rechazo de estos delitos. Esto es caos programado, que si bien afecta el “riesgo país” (indicador para que los inversionistas se interesen o no en invertir en un país), justifica la necesidad de un estado protector que “a medias” lucha contra la delincuencia de asesinos y secuestradores. 

Este escenario terrorífico para Suiza, podría ser la normalidad de Colombia, la capacidad de adaptación es sorprendente y esto se refleja la variabilidad de los estados en el mundo, que sin embargo están todos alineados hacia un orden mundial. 

¿Quizás en ciertos casos al estado no le interesa enfrentar al para-estado? Por ejemplo al tener Colombia un alto “riesgo país”, los inversionistas extranjeros la castigan con préstamos y condiciones absurdos que benefician evidentemente a ciertos administradores corruptos del aparato estatal. El para-estado alimenta el riesgo por medio de las crisis, beneficiando a cierta milicia y ciertos políticos... sus padres, como bien dice Teresa Cardona en su relato. 

Mantener la transparencia de cierta escala de estado, es una ilusión que retarda el inevitable degeneramiento de este, y el control político que puede hacer los grupos sociales sobre sus representantes, es prácticamente nulo en las estructuras políticas actualmente  diseñadas por la institucionalidad que responde a acuerdos “internacionales” más que locales. 

Una propuesta que se me ocurre para abordar el problema: Analizar las mismas estructuras, sin anteponer la idea que determinadas “conciencias superiores” pueden revertir en desenlace de estas. La ciudadanía sigue creyendo en “voceros” o representantes capaces de devolver la justicia a la ciudadanía. Creen que una figura “superior de persona”, desde “adentro”, puede lograr cambios estructurales. Esto es falso, las cuotas de poder son infinitas, ya que una posición de poder lleva a acomodarse y no desmoronar esa misma comodidad, ya que la misma noción de lo “común”, se ha perdido y nadie es inmune a ese hecho, por muy alta que sea su moral o idealismo. 

Por otra parte para regular, no se trata de apuntarle a “alguien” en particular y cuestionar su desempeño relativo a modo de programa de farándula, ya que la solución es analizar las mismas estructuras sociales o soportes que permiten al sujeto “x” desenvolverse en él.

La reacción de un grupo minoritario de recluirse a un para-estado, debería ser una reacción natural y espontanea de los grupos sociales si la “gran esfera” no les responde , pero ese fenómeno es tergiversado y utilizado por los mismos poderes, para legitimar esa escala “arbitraria” de control estatal ante la minoría o partes, conjunto de partes bajo el alero de un estado militar disfrazado de ciudadanía democrática, que cuenta con mas menos “riesgo país” y por tanto mas menos interés de multinacionales. El riesgo de la imagen de un estado ante el mercado global, es lo único que se encuentra en juego hoy, y por paranoico que parezca, cada vez me convence más la existencia de un nuevo orden mundial en construcción. 

¿Y qué es esa noción de lo común que se ha perdido, que pudiera permitir que las personas se agrupen en torno a un fenómeno social acotado y real enriqueciendo el tejido social de una macro escala que no nos considera? Intuyo que tiene relación a que los individuos debemos hacer una distinción entre lo que significa interactuar por sobrevivencia extravertida, y lo que significa intra-actuar  como una necesidad de la vida misma.  

Un país desarrollado de economía social de mercado, simplemente ha afinado bien lo referente a la interacción y funcionalidad de una buena sobrevivencia respecto al resto del planeta. Por otra parte el subdesarrollo acusa cierta ambigüedad de ciertas “emergencias” que distorsionan el orden o lo desdibujan, como dice Nietzsche muestran su crueldad si no son escuchados. Pero Nietzsche también dijo hace 100 años: “Los antiguos guardianes de la ortodoxia quemaban herejes, porque sabían que el espíritu era explosivo y peligroso para sus intereses, pero los trataban en una forma mucho más realista que los charlatanes seudo-liberales de hoy, defensores de la tolerancia” ¿Se habrá referido a los estados modernos?

Lo colectivo está en crisis, cuando es lo único que tenemos. La obsesión por el foco, nos hace perder la amabilidad difusa del mundo, en donde lo común se inter-penetra des-dibujándose la misma individualidad, más allá de interactuar desde roles individuales bien definidos. Si no somos capaces de perdernos en el mundo, estamos perdidos. 


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