Que la inmensidad de los dioses, nos dejen simplemente estar en el mundo.

Que la inmensidad de los dioses, nos dejen simplemente estar en el mundo.

Que nuestras velas frágiles sean tales sin un timón para sus vivencias, es la sobre-vivencia la que amerita estrategias y pactos, donde al ceder el autentico suspiro de la sutileza mas caprichosa, creemos talvez poder arrimarnos a la voluntad de un extraño poder, que mueve a los pequeños a adorar una visión que se cree ya fue nombrada.

La gravedad de la tierra nos llama al sol por un enigmático contraste, nos llama a un sol también llamado cielo, que nos dice llamados a su eterno y nos ha dicho por siempre, que bajo nuestros pies existe un infierno de llamas, que un Prometeo atrevió robar, pagando para siempre con la impureza de su sangre.

Pero hay también una luna que nos llama a develar la vida interior de este sol y terrestre, y así el contraste ya no es tan evidente, y así late ese sol interior en el cual pocos creen, y así los sueños de la noche y los alientos de mi carne, me llamarán a vivir el día de otras formas, en donde no sobrará nada sobre mis espaldas hoy sedadas de paz.

Ese latido de un sol invisible podrá aquietarnos de encantadoras musas o entelequias, sofisticada sutileza que aligera el arraigo y muestra una infinitud que oculta la tediosa eternidad.

Este latido nutre la sutileza de los cuerpos sin prometerles esperanza y me da a mí la certeza inquietante, de que puedo ser tragado por el viento sin que el cielo pueda salvarme.

Cuidado con el sol, el cielo y la vida eterna.

Que esa ilusa inmensidad nos deje simplemente estar en el mundo, para que algún día, pueda mirar mi arco iris sin anhelar una estela dorada.

Un abrazo al padre del hijo, sin el espíritu santo.