Que me trague el viento y me olvide del cielo.

Que me trague el viento y me olvide del cielo.

Aunque el viento muera lo que toca en el tiempo, da un sonido al silencio. Evoca el primer soplo del origen, sosteniendo tristezas, acurrucadas ante el fuego y su penumbra, penumbra que nos abandona a la continuidad del mundo que pareciera todo ilumina.

No le sigan a esa nos dice, querrán mirarla y tocarla siempre para no olvidar su ilusión eterna, pero su añoranza puede llamarla en un sueño que nunca vuelve finalmente.

Así la soledad que la añora goza un día de su estar sin estarlo y desde ese instante un recuerdo nunca más podrá impedir el vació allí sentida en mi sangre. Caerá la fuga de los caminos que me inundan dementes y otros dioses querrán decirme donde recordaré a mis ancestros.

Si me traga el viento, no me harán eco los lenguajes del cielo. Sentiré placeres sin imaginarlos y gozare de mis sombras sin retornarlas por puertas o espejos de futuros pasados.

A la pena solo le queda reírse de su desgracia, me regalará flores que le sobran, me arrojará al destino que no quiero... y me hablará de un sueño que nunca recordaré. Pero tendré su calor para mentirle a las luces que dicen poder salvarme algún día en el desierto.

La instantaneidad ya no podrá darme más ficciones, y el hermetismo que emanan simples manjares sobre una mesa, me enamorarán de este lugar.