viernes, enero 04, 2008

Herejía Económica: ¿Perdón Bardón?

















(Comentario a columna Herejía Económica de Álvaro Bardón:)

Herejía Económica: ¿Perdón Bardón?

Desde que Kant dio un sentido al progreso, la teoría del valor subjetivo ha sido una manera de reinventar y significar el acto del trabajo. La teología de la liberación y sus “cientistas sociales” que a usted le falto llamar “cuentistas sociales”, no se si saben que Saint Simon padre del nuevo cristianismo tenía más optimismo que nadie en la ciencia y el rol de la tecnología, influye en Marx y su “física social” luego se llamó ni mas ni menos “sociología”. Sin embargo su modelo social-económico presupone una cultura social más allá de una soberanía estatal bien articulada al mercado.

Replicar modelos económicos en escenarios donde no existe cultura social (con lo que no me refiero a ilustración, arte universal o ni siquiera el ethos que también cuestiona Pedro Morande), conduce inevitablemente a la diferencia de unos sobre otros, que tienden a concentran capital minimizando salarios. La percepción pública de este hecho llega a tener mecanismos absurdos, que disfraza en estudios estos mismos conceptos que usted plantea se están dando: aumento de los salarios, empleo y oportunidades, difusión del capital y permeabilidad social.

No creo que lo estático de una sociedad tenga que ver con una mejor o peor apertura del Estado al mercado global (y con esto incluyo la cultura universal), sino de cómo el estado es capaz de captar como emerge la cultura local. Lo que se critica del capitalismo competitivo aprobada incluso por el gobierno actual, no tiene relación a como se satisface al cliente o al inversionista extranjero, sino como se satisface al empleado. Si el cliente es el mercado global al cual el Estado se abre con lo que el empresariado aplaude, el empleado es lo que emerge desde lo local que en rigor no se resuelve, porque no se trata de redistribuir, subsidiar o amparar, sino hacer que la acción del hacer (trabajo) surja de un motivo arraigado desde esta cultura social, cada vez más ausente.

Abrirse a las oportunidades del mercado, sin un motivo arraigado y latente, es para mi un suicidio. Es operar automatizado por un propósito ajeno donde el Estado para satisfacer al cliente subvenciona al empleado sólo para que la maquina se vea estable y con en funcionamiento preventivo al "riesgo país". Desde mi perspectiva el corporativismo estatal que usted plantea no tiene ninguna relación con la cultura social. El corporativismo estamos de acuerdo frena la exploración empírica de las ciencias económicas con idealizaciones insostenibles del menor esfuerzo, en cambio la cultura social otorga a estas funciones y relaciones empíricas, el misterio y la poética local que requiere la acción para tener un “motivo” local, complementario a la emergente complejidad global. Es el análisis de una escasez que va más allá de encontrar nichos o “clientes” económicos, sino de ver lo que realmente motiva al empleado y finalmente fundamento de la empresa, y en esto acordemos que el análisis económico no cree haber cometido injusticias ya que esta variable básica a la cual apelo, no existe en su llamado “equilibrio de precio”, el neoliberal es un liberado de esta variable.

No se trata de definir un salario ético para que se justifique el esfuerzo del empleado, sino lealtad con el misterio que mueve un pueblo más allá de lógica contractual o futuras esperanzas. Estoy de acuerdo que los estados socialistas latinoamericanos favorecen el corporativismo, pero acordemos que incluso el empresariado más imperialista lo apoya, cuando responde a los requerimientos de fondos extranjeros por sobre los del “fundido empleado local”. ¿Hasta cuando la elite política de derecha e izquierda jugará un ping-pong que nada tiene que ver con su gente? Peor que robarle a un pueblo es venderlo dándole la espalda.

Don Álvaro y señores empresarios, dejemos al cliente de lado por un momento y miremos al empleado, como lo hicieron los escandinavos de la posguerra. No creo en el burgués ilustrado de izquierda, pero si creo en esa nobleza y sobriedad perdida en una derecha ambiciosa, que criticando a un iluso y retórico rival, no ha sido capaz de ser crítica frente a sus procesos. No se trata de ser selectivo en leer libros, sino saber leer la realidad y todo lo que eso implica.


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