miércoles, noviembre 28, 2007

SEGUNDA PATA DE LO ANTERIOR: ¿SER HONESTO o ESTAR LEAL?



















Lo único que realmente diferencia al animal del hombre, creo tiene que ver con su capacidad de concienciar la muerte. Esta posición al margen de su espontáneo natural, le crea un espacio-dual donde puede mutar, el sadismo natural y deseo de vivir y sexuar, en afecto y contacto con otro u otros. De esta dualidad se desprende la clásica dualidad Dionisio-Apolo: Uno de la pasión y lealtad, otro de la ética y honestidad. La lealtad es corporal y encarnada - terrestre, la honestidad es mental y abstracta - solar.

El medio global nos pide honestidad con la patria solar, lo que muchas veces implica deslealtad con la tribu terrestre de todas las tierras. La patria representada en esta “imagen” país, que sube sus indicadores estables para tomar posición en lo intergrupal, internacional, que beneficia con tratados de libre comercio a las pocas familias que apuestan por esta dinámica país, tan absurda y descarnada.

Cuando alguien de otra tribu, se torna servidor de esta dinámica, inevitablemente es desleal con su vinculo íntimo, su renovar intragrupal, su percepción del real mundo obviado. Sin enfrentar la maldad real o este sadismo desde este escenario, lo sublima al macro escenario, allí lo resuelve. Como? Imitando patrones, modelos ejemplares, esnobismo puro, prototipos de bien como alternativa contrapuesta al mal, tesis sostenida en la antitesis. El bien así se discierne con la empatía racional polar y no la epifanía corporal que muta realmente el mal en este afecto misterioso fusionado, paradójico y amenazante para los agentes de instrucción que fomentan la coherencia y honestidad con la imagen país, propio de la ética protestante como podría plantear Weber o Nietzsche. La dualidad es la estrategia de Apolo, que instrumentaliza a Dionisio en su propio beneficio.

La tormenta eterna e intensidad del que coquetea con el abismo, es por el hecho de su impredecible e incierta reacción, no como es predecible una tendencia en la instrucción civil que se educa a punta de represión y convicciones absurdas, esclavitud mental diría Ecco. Es legitimo así desde esta perspectiva la amoralidad como genuino intento de romper esta cárcel invisible y ya instaurada a nivel medular de la sociedad, e intentar llegar a este afecto por la pasión y lealtad, mucho más sutil que esa ética honesta, que apela a un código aletargado del deber ser y no al signo encarnado del querer yo estar contigo, al menos por ahora, al menos por este instante sin pensar ahora al menos para toda la vida, que se den las cosas, sin esperar nada de ellas.

Si bien este código del deber ser ético en busca de la belleza y verdad, parece más digno que la moral impuesta por instituciones religiosas fácticas; no es más sutil que esta amoralidad en busca del real contacto y afecto, sin reglas, pausado, lento y obviamente lapidario al sistema en términos de productividad colectiva, que es lo que persigue el sistema. Claro es, si existiera la convicción masiva y real de explorar estos ámbitos, no sólo como un destape Hippie o el 68, no habría mayor proyección en el trabajo, en cumplir expectativas que el medio nos impone. (Los países desarrollados ya subvencionan a sus perdidos y marginados, les pagan sus silencio.)

Si fuera permanente esta convicción, viviríamos buscando esa mirada y tacto cómplice con miles, esa perspectiva tan alejada de lo universal, tan cómplice y relativa como cuando nace una gua-gua, y unos convencidos dicen es igual al padre, mientras otros dicen es igual a la madre. Para el patriarcado, mejor que se parezca al padre ya que honra a la madre… o lo honra a él? Uno de los grandes clichés de nuestra cultura que acusa su absurdo discurso.


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