La conciencia escapa del dogma, a la condición de una alteridad externa una antítesis, antítesis de la tesis que sostiene la identidad del soy el que soy YO, un espejo, el ser ontológico.
Ahora esa alteridad externa del dogma es un TU de la tradición (social), no es el TU del renacido poético o mítico, poseído por una luz reveladora o mejor una llama de fuego, Prometeo, Lucifer?
Es el TU de la tradición social el que culpa y regula con el dogma, pero al hacerse individual este TU, adentro, se genera un afecto por este misterio, la real divinidad humana, castigada por Jehová, quien prefiere operemos en ese TU de realidad social del cual sólo queda escapar al Yo de la conciencia, de una falsa liberación.
La real divinidad humana emerge desde la animalidad sana en comunion, que mira para abajo como dioses y no para arriba como aspirantes elegidos por Jehová, entes celestes o la democracia, quienes miran, observan y regulan el teatro del aspirante, poder regulado por un deber ser para con sus espectadores. Ya no existe ese poder regulado por el misterio de los reyes que aman y dan desde un signo heroico tan desprestigiado por la burguesía ilustrada, incluso por Nietzsche quien sostiene la teoría de la “Prima Nocta” en su Genealogía por parte de sacerdotes como una manera de desapego de los afectos íntimos por la pareja, abuso y fatalidad. Aquí un ejemplo del tergiversado TU social que se confunde con el individual, como masoquista y culposo tolerar abusos de jerarquía manifestada en este TU social, un sentir dañado que deja entrar al sádico delirante de poder externo.
Todas las razas pueden ser dioses y revelar su propia hermenéutica en sus lugares, sus signos que se encarnan, poseen y custodian. Este signo hermenéutico capaz de desentrañar una genuina fenomenología es transformado en un signo epistemológico que anhela el ser ontológico, ese YO que se posiciona en el infinito de mejor manera en la medida que su hacer ciencia sea conocimiento entre verdad y creencia.
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