Poco
rigurosa me parece la analogía: “libertad social” asociada al “espacio público
de encuentro”, como complemento a la reducida “libertad individual”, que se
vive en el sueño cumplido de “la casa propia”. Hace tiempo pienso que el Ministerio de Vivienda
y Urbanismo ha hecho vivienda sin urbanismo, por lo cual su misma observación para
hacer analogía es poco original. Es increíblemente cierto la cantidad de “think-tanks”
que han proliferado para repetir un discurso que me parece muy poco
consistente. Est se ve claramente en el documental: “The Yes Men Fix the World”:
Si libertad
significa quitar los obstáculos u obligaciones colectivas “innecesarias” para el
genuino accionar individual. En el sentido del liberalismo, el estado garante
de lo social, debería permitir cada vez más, el libre accionar del individuo,
lo cual significa que de alguna manera lo único que impediría o regularía al individuo
de no jugar con los límites de la
trasgresión al contrato social del cual el estado es custodio, sería su conciencia
o ética individual (en el sentido protestante).
Se podría
entender que si lo social es un conjunto
“en probeta” que tiende a la asfixia, homogeneidad e inercia, requiere por
lógica la frescura de ciertos agentes con iniciativas rupturistas o
emprendimientos, y a su vez estos agentes requieren distinción en la masa como líderes,
referentes o individualidades con iniciativa representativa. Pero si lo
social es en sí un fenómeno vivo y encantado, la necesidad de distinción individual no sería tan prioritaria. Sostengo
que para que exista en una sociedad una obsesión de “libertad”, es por el hecho
que la esa misma sociedad está bajo premura.
Acordar con
el diagnóstico de que vivimos en una sociedad bajo premura o desencantada, sostenida
por el historiador cultural Morris Berman, es tremendamente relevante para
partir de un motivo común tanto para derecha e izquierda.
Si se
entiende el contrato social, como un formalismo vacío de convenciones racionales
y prudentes que inhibe el genuino despliegue individual, se puede entender que
el individuo quiera opera sin estas condiciones en una genuina “libertad” individual, por muy
perversa que pueda llegar a ser según Hobbes. Esta posible perversión no tiene
relación con una mayor o menor ética o integridad, sino con la repercusión no
concientizada de sus acciones, posible en el mercado libre, abierto y desregulado,
donde el movimiento bursátil en NY puede destruir un micro contexto social en
Bangladesh, sin que el accionista se haya dado cuenta, por muy integra que cree
su ética.
Por otra
parte, si en el contrato social, existe la genuina intención de considerar lo
colectivo como un fenómeno necesario para el individuo más allá de una
restricción individual, se puede encontrar paradójicamente en esa “condición
igual” la misma libertad como una colectiva o sistémica…. ¿fraternidad? Pero
cabe la pregunta: ¿Hasta qué punto es esto
una genuina representación emocional o un simple romanticismo roussoniano?
Creo que
ambas “libertades” son reales y cuentan con su propia verdad, pero:
La libre
creatividad colectiva surge de una situación común significativa, no de una
mente libre que articula con un campo de esencias abstractas y distantes. Las
ideas libres son individualistas y descienden de algún paradigma mental que
efectivamente existe, prometiendo salvarlo de la inercia social bajo premura. Las
ideas encarnadas en cambio son epifanías que emergen ante una condición de lo
colectivo, un marco o situación misteriosa de existencia común, que si esta
bajo premura, pide desesperadamente libertad individual.
El foco que
deberíamos atender aquí, es como nuestra cultura ha atendido o abordado la brecha
lacaniana o falla básica que ha separado la conciencia de la existencia individual
del eterno presente colectivo. Si no
hacemos esto, seguiremos alimentando este ir y venir social de acuerdo al humor
relativo de cada conglomerado.
La
existencia precede al campo de ideas, ya que el alma es lo que el cuerpo hace
en inmanencia común. Por eso cuando el alma pretende salvar el cuerpo de un
mundo bajo premura, la existencia es anticipada por una representación que la
alinea con la trascendencia de ser un dios individual cristalizado y brillante,
y no un dios errante y difuso permeado entre lo común, encantándolo de
simplemente estar en eso.
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