martes, junio 11, 2013

EL APREMIO O LA PREMURA SOCIAL, LLAMA A LA INTIMIDAD INDIVIDUAL, A UNA LIBERTAD ABSTRACTA







Poco rigurosa me parece la analogía: “libertad social” asociada al “espacio público de encuentro”, como complemento a la reducida “libertad individual”, que se vive en el sueño cumplido de “la casa propia”.  Hace tiempo pienso que el Ministerio de Vivienda y Urbanismo ha hecho vivienda sin urbanismo, por lo cual su misma observación para hacer analogía es poco original. Es increíblemente cierto la cantidad de “think-tanks” que han proliferado para repetir un discurso que me parece muy poco consistente. Est se ve claramente en el documental: “The Yes Men Fix the World”:

Si libertad significa quitar los obstáculos u obligaciones colectivas “innecesarias” para el genuino accionar individual. En el sentido del liberalismo, el estado garante de lo social, debería permitir cada vez más, el libre accionar del individuo, lo cual significa que de alguna manera lo único que impediría o regularía al individuo de  no jugar con los límites de la trasgresión al contrato social del cual el estado es custodio, sería su conciencia o ética individual (en el sentido protestante).

Se podría entender  que si lo social es un conjunto “en probeta” que tiende a la asfixia, homogeneidad e inercia, requiere por lógica la frescura de ciertos agentes con iniciativas rupturistas o emprendimientos, y a su vez estos agentes requieren distinción en la masa como líderes, referentes o individualidades con iniciativa representativa.  Pero si lo social es en sí un fenómeno vivo y encantado, la necesidad de distinción  individual no sería tan prioritaria. Sostengo que para que exista en una sociedad una obsesión de “libertad”, es por el hecho que la esa misma sociedad está bajo premura. 

Acordar con el diagnóstico de que vivimos en una sociedad bajo premura o desencantada, sostenida por el historiador cultural Morris Berman, es tremendamente relevante para partir de un motivo común tanto para derecha e izquierda.

Si se entiende el contrato social, como un formalismo vacío de convenciones racionales y prudentes que inhibe el genuino despliegue individual, se puede entender que el individuo quiera opera sin estas condiciones en una  genuina “libertad” individual, por muy perversa que pueda llegar a ser según Hobbes. Esta posible perversión no tiene relación con una mayor o menor ética o integridad, sino con la repercusión no concientizada de sus acciones, posible en el mercado libre, abierto y desregulado, donde el movimiento bursátil en NY puede destruir un micro contexto social en Bangladesh, sin que el accionista se haya dado cuenta, por muy integra que cree su ética. 

Por otra parte, si en el contrato social, existe la genuina intención de considerar lo colectivo como un fenómeno necesario para el individuo más allá de una restricción individual, se puede encontrar paradójicamente en esa “condición igual” la misma libertad como una colectiva o sistémica…. ¿fraternidad? Pero cabe la pregunta: ¿Hasta qué punto  es esto una genuina representación emocional o un simple romanticismo roussoniano?

Creo que ambas “libertades” son reales y cuentan con su propia verdad, pero:

La libre creatividad colectiva surge de una situación común significativa, no de una mente libre que articula con un campo de esencias abstractas y distantes. Las ideas libres son individualistas y descienden de algún paradigma mental que efectivamente existe, prometiendo salvarlo de la inercia social bajo premura. Las ideas encarnadas en cambio son epifanías que emergen ante una condición de lo colectivo, un marco o situación misteriosa de existencia común, que si esta bajo premura, pide desesperadamente libertad individual. 

El foco que deberíamos atender aquí, es como nuestra cultura ha atendido o abordado la brecha lacaniana o falla básica que ha separado la conciencia de la existencia individual del eterno presente  colectivo. Si no hacemos esto, seguiremos alimentando este ir y venir social de acuerdo al humor relativo de cada conglomerado. 

La existencia precede al campo de ideas, ya que el alma es lo que el cuerpo hace en inmanencia común. Por eso cuando el alma pretende salvar el cuerpo de un mundo bajo premura, la existencia es anticipada por una representación que la alinea con la trascendencia de ser un dios individual cristalizado y brillante, y no un dios errante y difuso permeado entre lo común, encantándolo de simplemente estar en eso. 



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