domingo, marzo 24, 2013

Las redes sociales del mundo virtual, son una falsificación de la experiencia comunitaria directa y concreta.







El pueblo delega su soberanía a una institución que los representa como ciudadanos. Si la clase política se reproduce sin responder a la ciudadanía, se genera una crisis de esa representatividad. 

Se ha creado según indica Gabriel Salazar una transformación del movimiento colectivo. De movimiento de masas con peticiones y protestas que exige a sus representantes resolver, se ha creado movimientos sociales para deliberar y decidir como auto gobierno, lo cual los  acerca a una soberanía real del retorno inmediato sin intermediario de cualquier tipo. 

El uso del derecho a petición a la institución local que en teoría los representa, se transforma en una propuesta directa al poder central, bi-paseando a los representantes locales imponiendo así directamente estas soluciones a la entidad que resuelve finalmente. Los representantes locales nunca son los que resuelven.

En el 69’ indica Salazar que se inician las tomas, donde la ciudadanía resuelve por sí, al margen de la ley y el derecho a propiedad, como un verdadero desacato a la ley por parte de un PODER POPULAR. 

El Estado y la Ley que preserva este orden representado indirectamente desde arriba que claramente no representa, por medio de cierta reflexión e información de una comunidad que dialoga desde las bases, va perdiendo sentido, ya que la intensidad de la experiencia de un proceso directo de abajo cobra un realce que amenaza la clase política que ya no responde a la figura de la ciudadanía, que se desdibuja  emergiendo el poder popular como fenómeno de genuina manifestación reactiva a la inoherente e inconsistente representación formal.

Las bases que se acercan a un poder constituyente de libre deliberación, pareciera ante los ojos de la clase política, un acto subversivo e inútil, una denominada "anarquía" a la institucionalidad que ellos representan y quieren preservar como valores.  La soberanía entra en una escena popular, lo cual constituye un riesgo para toda la clase política de elite. 

La clase política, jamás ha invitado a la participación ciudadana, las tres constituciones (1833, 1925 y 1980), han sido mecanismos de represión a lo más negociable.  La Concertación negocia una transición con la dictadura a la “democracia”. 

Chile ha vivido el problema de la centralización por 200 años. Portales concentra el poder en Santiago, por medio de una burguesía mercantil y no industrial, como señala Salazar. Esta concentración de riqueza hace crecer el centro y deprimir la periferia, resultando la evidente migración al centro urbano que termina creando un tejido desbordado y atrofiado que es Santiago, irreversible. 

Lo trágico es que esta lógica mercantil aplasta la posibilidad de producción industrial, abriendo tratados de libre mercado con todo el mundo. El retail (comercialización masiva de productos) es una clara señal de esto, castigando proveedores y consumidores con lo que margina, además de invertir en producción fuera del país. 

La soberanía popular que dialoga desde las bases y constituye la principal amenaza para la clase política, es manipulada y tergiversada con el concepto de la “libertad individual”.  El decidir individual es muy distinto a un decidir colectivo. El voto individual es muy distinto a un deliberar colectivo. El derecho individual no es deliberar, divide y destruye la comunidad que dialoga en grupo.

Se han instalado tantos conceptos absurdos, que aparentemente critican lo centralizado, pero lo refuerzan. Hablar de redistribución presupone que la riqueza central (hecho incuestionable), debe ser mejor distribuida. Hablar de que un país “progresa” pero no equitativamente, apela a la misma lógica. Es una crítica que negocia equidad desde un fundamento incuestionable de la concentración.


Para una representación formal, peor que generar un sentimiento de incoherencia en la gente, es generar la inconsistencia. Esto por una razón muy simple: la incoherencia presupone que una confianza previamente existente o idealización  de esa representación, es distorsionada por una práctica que trasgrede esa idealización.  El conflicto surge porque se conserva la fe en esa idealización y la tensión existe por una contraposición entre una práctica que no cumple una teoría. La inconsistencia en cambio, es la desilusión de la misma teoría. La reestructuración radical del modelo, que ya no quiere seguir creyendo que la práctica se regula o tiene como sentido o apuesta la teoría.   

El horizonte directo oral y verbal de un tejido comunitario que constituye redes a escala concreta, es sustituido por redes sociales a nivel virtual. Una ventana al mundo sustituye la plaza y el barrio. ¿La pregunta es si esta red virtual acoge genuinamente el fenómeno del dialogo horizontal? En lo personal, a diferencia de don Gabriel, creo que no. 

Existe en este punto una tarea directamente asociada al urbanismo, que pudiera hacer una distinción entre la experiencia individual de un espacio público concreto y directo respecto a uno virtual e indirecto, concluyendo que el “vinculo” establecido con un otro y lo que puede emerger de eso, simplemente no es lo mismo en ambos planos. 

Las redes sociales virtuales son una falsificación de la experiencia comunitaria concreta. La supuesta panacea de este fenómeno, como espacio de libertad, dialogo y obtención de infinita información, es sin embargo la gran trampa que disocia de la realidad con los otros. 

Esto por un hecho muy simple: la asociatividad o alineamiento colectivo para confrontar una amenaza o problema cualquiera, puede ser abordada y resuelta desde el medio virtual, ya que el individuo por mucho que innove y emprenda interactuando con el medio, nunca se permea como tal. 

Sin embargo la percepción difusa de un individuo que se permea y sumerge en la experiencia colectiva real, no puede ser resuelto en un medio virtual. La comunidad tiene una dualidad: Se constituye como entidad de individuos para responder a un propósito, como también genera la situación de motivar el des-dibujamiento de la misma individualidad. En el primer caso la simulación virtual puede suplir ese escenario, en el segundo NO. 

Mientras la clase política y el sistema, mantenga al pueblo en la percepción de encontrarse en un permanente estado de premura o amenaza y ver en las redes sociales un mecanismo lógico y efectivo para movilizar sus interminables demandas, no existirá nunca la necesidad de validar el ejercicio diario y constante de la desaparecida experiencia directa para desdibujar al individuo en una comunidad que lo abrace y lo pierda en el mundo. 



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