Respecto al IE (Informe Especial) de ayer miércoles, sobre las malas prácticas parlamentarias, es gracioso el revuelo que puede crear un programa, sin que el tema de fondo realmente se toque.
No se trata de hacer juicio de valor, sino especular sobre una de las posibles causas de porque existe esta evidente falta de “interés” de participar por parte de los parlamentarios. Me imagino que todos ellos son de alguna manera personas inteligentes o al menos astutas. Con algún grado de motivación por debatir y discutir distintos temas, aunque por último sea por el ego o la admiración de sus pares.
El problema es cuando esos temas pueden ya estar “cocinados”, con lo que en realidad ya no hay mucho por lo cual pensar o debatir, sino que sólo preocuparse de votar en bloque y “apoyarse” para votar por el compañero del lado (como se vio en el programa) “porsiaca andaba paveando”. Es un hecho que de los 120 diputados, sólo 10 son independientes. 110 parlamentarios responden a partidos.
Ese es el cuestionamiento de fondo que se debe hacer sobre estos hechos. Se trata de ser crítico sobre el sentido honesto de un proceso de democracia, donde supuestamente el diputado llega a debatir a un lugar (parlamento) para que surja desde ese hecho o acto colectivo, una decisión personal.
Aunque lo que pasa en la cámara es lo contrario, estas malas prácticas no son culpa directa de los diputados, sino de un sistema partidista que recluta “carismáticos entusiastas del discurso”, que con magia electoral y muchas lukas, los proclaman nuestros representantes, que llegan amarrados y tediosos a la cámara para realizar su absurdo “performance”, con guiones hechos y decisiones tomadas, o para que suene peor, con decisiones tomadas por esos mismos partidos, que los invitaron alguna vez a “participar”, de la democracia.
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