martes, abril 17, 2007

LA CARA QUE ELUDE Y ANTICIPA EL NIHILISMO O LA NADA: SER OTRO.



















ABORDAR EL NIHILISMO POR MEDIO DE SU NO-CAMINO: SER OTRO SIN MORIR EN EL INTENTO.

TAL COMO EL SER SUSTITUYE EL CALOR DEL NOSOTROS POR LA LUZ DE LA LIBERTAD, LA PRESENCIA EN LA NADA SIN RETORNO AL NOSOTROS DE CALOR, ES DELIRIO DE PODER. SI BIEN ESTE DELIRIO ACUSA LA TRAGEDIA DE NO RETORNAR AL AFECTO (Y NO APEGO), LA LUZ DE LA LIBERTAD PERPETUA LA ILUSION DE LA MODERNIDAD ... HASTA CUANDO?

Kant creía en una ley moral interna era capaz de hacer transitar hacia un trascender, hacia un cielo o un universo de noúmenos libres. Para Nietzsche esa ley moral es la represión ética y el cielo un invento religioso de sacerdotes ascéticos. Dice Nietzsche: “Los instintos reguladores inconscientemente infalibles estaban reducidos, a pensar, a combinar causa y efecto, a su “conciencia”, a su órgano más miserable y más expuesto a equivocarse.” “ El desahogo hacia afuera fue quedando inhibido.” “La organización estatal se protegía contra los viejos instintos de la libertad, instintos que se vuelven contra el hombre mismo.” “ El alma animal se volvía contra si misma.” “El estado es un tiranía, una maquina trituradora, hecha por señores dotados de la fuerza de organizar, refutándose aquella fantasía que le hacía comenzar como un contrato, llegando igual que el destino, sin motivo. Su obra es imprimir formas, surgiendo donde ellos aparecen algo nuevo, en el que no tiene sitio absolutamente nada a lo cual no se le haya dado antes un “sentido” en orden al todo, su todo” (Genealogía). Para Nietzsche el deber o ley moral de Kant, tiene que ver con la conexión del concepto de “culpa” con presupuestos religiosos. Una relación de un acreedor (Dios), con un deudor (hombre). En este orden la idea es que la pena a pagar, nunca sea mayor a culpa sentida, lo cual genera el pensamiento impagable de la “pena eterna” (opuesto al ateo, que según Nietzsche significa: sin deuda) o el “pecado original” o “una falta de libertad de la voluntad” donde la naturaleza o existencia queda como no valiosa en sí, creándose el deseo de la nada (nihilismo) o el deseo de ser su opuesto, de ser otro. Ese ser otro, es la dimensión de la fantasía, es la única forma de actividad de pensamiento dejada fuera de la nueva organización del aparato mental, permaneciendo libre del mando de principio de la realidad (Marcuse 1953).


El deseo de ser un opuesto, un otro o un “alter ego”, es una extraña paradoja, porque se trata de imitar al mismo Dios (acreedor), quien se sacrifica por culpa del hombre (deudor). Es la gran salvación ante el mundo de los fenómenos, en que la angustia de sentir culpa es aliviada por la martirizada imagen visual de un mesías a quien se puede y quiere imitar. (Quien lo busco por ya haberlo encontrado). Es la posibilidad de glorificar a Dios por medio del trabajo, Dios como una fantasía o ficción y trabajo como un hacer útil a esa ficción. “El trabajo dignifica” se dice. Es la posibilidad de que el naturalismo se transforme en un iluminismo, pacto industrial - ilustrado. ¿En qué se ha convertido la crítica después de Kant?, dice Nietzsche, “en un arte por el que el espíritu, la conciencia de sí mismo, el propio crítico se apropia de las cosas y de las ideas; o también en un arte según el cual el hombre se reapropiaba de determinaciones de las que, decía, se le había privado: resumiendo, la dialéctica.”

Es justamente en esta dimensión de la fantasía, en donde el hombre queda vulnerable, por ser la construcción de una idea de si mismo errante, sin lugar. Antiguamente el destierro era peor que la muerte, la pertenencia a un lugar era arraigo a un alma sustancial, a la cual uno le pertenecía y no ella a uno. El critico de Kant, es un ente que observa la realidad objetivamente, pretendiendo desde condiciones que él establece, elaborar un camino para trascenderla. “¿Qué se oculta en la famosa unidad kantiana del legislador (noúmeno) y del sujeto (fenómeno)? Nada más que una teología renovada, la teología al gusto protestante: se nos encarga la doble tarea del sacerdote y del fiel. El sueño de Kant: no suprimir la distinción de los dos mundos, sensible y suprasensible, sino asegurar la unidad personal en ambos mundos. La misma persona como legislador y sujeto, como sujeto y objeto, como noúmeno y fenómeno. Esta economía es un éxito teológico. ¿Creemos que por instalar en nosotros al sacerdote o legislador, dejamos de ser ante todo fieles o sujetos? Este legislador o sacerdote ejerce la representación de valores establecidos; no hacen más que interiorizar los valores en curso, una memoria que atrapa y hace parecer lo ya dicho un nuevo impulso. El buen uso de las facultades en Kant coincide extrañamente con estos valores establecidos. el verdadero conocimiento, la auténtica moral, la verdadera religión...” (Deleuze 1986).

Ahora, ese trascender al mundo inteligible de Kant, que para Nietzsche es el cielo inventado del ideal ascético, no creo que sea un nihilismo o deseo de la nada, sino como dice también Nietzsche: “Deseo de su opuesto, de ser otro”, porque: “Cada uno es para sí mismo el más lejano”, esta es la realidad ineludible que hoy se obvia, realidad que es anticipada por este supuesto “otro” en nosotros, el legislador. Creo que tanto los individuos, como los antiguos pueblos, fuimos divididos desde adentro (Aquí, donde se instala la industria existe pobreza), para ser reinados desde afuera (Allá, donde entran sistemas de educación se cree una superación). Cuando Kant dice: “El concepto de Dios es un medio por el cual nos representamos el triunfo final de la moralidad en el mundo” (Fortín 1972), quiere decir que sin poder demostrar que Dios existe, se quiere creer que así es y se obra para que así sea. De esta manera el hacer es impulsado por un propósito ajeno, un supuesto liberador, aceptando para ello colectivamente ciertas “condiciones” represivas y anuladoras de la buena voluntad (obligación moral). Dice Kant: “La voluntad libre y razonable es la esencia del deber, y es al propio tiempo sujeto y objeto de la ley moral” (Fortín 1972). Esta “autonomía de la moral” de Kant es lo que Nietzsche llama el sacerdote que ejerce la representación de los valores establecidos del otro (allá) en uno (aquí), el alter ego o legislador interno quien se llega a creer un agente liberador, tan sólo interioriza los valores universales en curso, con los cuales cada particularidad se identifica a su manera. Lo particular así, es tan sólo una forma de ver la misma realidad en curso. No existiría el principio de identidad sin la alteridad, es la tesis que se inventa desde la antitesis, pero mientras en el mundo primitivo la identidad es un mundo ante el vacío, donde los dioses supremos de los primitivos están desprovistos de culto, que son considerados como dioses lejanos y, por consiguiente, pasivos e indiferentes, verdaderos “dii otiosi”, (habiendo divinidades de menor categoría); en el mundo occidental se empieza a abrir un sitial de culto con el allá abstracto (judío-cristiano), se abren los templos al cielo, se crea un campo imaginario, donde la identidad puede ser referida a una continuidad mayor, global; que comenzó con el cielo y después la gran ecuación.

Para que este “otro” sea posible se requiere una escenario de representación donde aparezca, donde se puede “soñarlo despierto”, como una promesa singular en esencia igual para todos, porque para Kant era necesario descubrir una ética universal de principios a priori de la moral, independientes de cualquier cosa empírica o experiencial. ¿Que materialización colectiva hace posible esta dimensión? Una configuración artificial capas de articular en la práctica individual y colectiva, una manera especulativa de situarse ante un mundo infinito de proyecciones y sincronizarlo hacia un bien común. Tanto la arquitectura gótica (Panofsky 1986) como la barroca (Trias 1989), generan estos escenarios de “especulación dinámica” (Borchers 1975). Escenarios que desde la Atenas de Teseo, han ido consolidando supuestos “representados”, (Grecia Magna), en los que el pueblo deposita su fe y evoca sus esfuerzos. Ciertos cánones estéticos, inducen como una melodía a una dimensión de la imaginación, a un infinito posible y liberador, al artificio de la urbe, un laberinto o puente entre dos ámbitos irreconciliables, que fueron por primera vez ligados racionalmente por Kant, suceso en la filosofía que se compara al “giro copernicano”.

“Llaman verdadero a un mundo inexistente, fingido, inventado por ellos los sacerdotes, y en cambio niegan verdad y realidad a este mundo, el único existente”. “Existe un reino de la verdad y del ser, pero ¡justo la razón esta excluido de él!” dice con ironía Nietzsche. “A partir de Kant, los trascendentalistas de toda especie se han emancipado de los teólogos. Kant les ha descubierto un camino secreto en el que ahora les es lícito entregarse, con sus propios medios y con el mejor decoro científico, a los deseos de su corazón” (Nietzsche 1878). “Nietzsche expone la gigantesca falacia sobre la que fueron construidas la filosofía y la moral occidental -esto es la transformación de los hechos en esencias, de las condiciones históricas en metafísicas” (Marcuse 1953). Este deseo del corazón es un sentimiento de paz para la razón que se acomodada en el no-lugar de la utopía, quedando vulnerable de no tener lugar tribal, situación que permite hacer hombres más dúctiles en ciudades de sistemas y ordenes más complejos, donde se interiorizan y difunden mejor los valores en curso. Esto porque la impersonalidad y magnitud de la nueva escala y noción de mundo, impuesto por lo estados modernos, lleva a un yo atomizado y reprimido a buscar su legislador interno, su libertad.

El legislador interno de Kant, puede funcionar en un contexto impersonal y vasto, independiente o libre, como un simple ciudadano homogéneo, donde al sujeto que imagina ser su propio legislador se libera de ser sujeto, construyendo desde el legislador, un compromiso interno que seduce e induce a ver en tales “supuestos representados” algo real, algo liberador, algo divino y digno de seguir. Cuando Nietzsche pregunta “quien hace la critica” en la filosofía de Kant, se refiere al ente quien la hace no es libre, sino tan sólo alguien que ama un holograma, un reflejo narciso de su propio legislador, alter ego o “ser necesario” en un “escenario libre” (Las dos tesis de la cuarta y tercera antinomia de Kant.) Es como un gentleman sobre un escenario normado, quien siguiendo un conducto regular de movimientos (exigidos por la ética), es capaz de tomar con elegancia (cánones estéticos) posiciones sobre un paradigma (de la verdad), la tríada. A medida que se posiciona en el paradigma, va atenuando su incertidumbre al punto que su “ser” sólo existe con relación a una aceptación formal sobre tal escenario, es el nuevo hombre universal. Desligado de cualquier lazo atávico o primordial, se declara “hombre del mundo”, donde el afecto incondicional transmuta en un atracción condicionada y cambiante, donde la vigencia y cambio pasa a ser la gran obsesión del hacer. La escala tribal y comunitaria ya no es necesaria para contener a la voluntad de poder, que ha sido regulada por la represión y encausada en pos de otra voluntad, allá. Bengoa dice que todos los esfuerzos de los estados van en la línea de construir un discurso capaz de producir la homogeneidad de los habitantes del territorio. La misma Revolución Francesa fundadora de estas ideas, consagró la palabra: "ciudadanos". La ciudadanía es no solo la igualdad ante la ley, sino también el despojo de las especificidades, de los símbolos y rituales que separan a las comunidades. Se trata de poner por encima de los "lazos primordiales" aquellos aspectos que racionalmente unen a los individuos. El Estado como ente de razón permite ordenar la vida social por encima de las uniones, incluso, de lengua, raza o religión.

“El intelecto, como hábil ingeniero que por medio de diques gana al mar terreno y lo aleja, va reduciendo el desorden a orden, el caos a cosmos. Lo que llamamos naturaleza es la porción de caos sometida a fijeza y regularidad, lo urbanizado por la ciencia. Dentro de ella resplandece la armonía y la conveniencia; todo marcha con buen compás siguiendo las normas predispuestas que el intelecto descubre” (Ortega y Gasset 1962). La colonización en América por ejemplo, es traslado de una forma cultural europea, prolongación que va recibiendo los resultados de la cultura europea, no viviendo íntegramente su dialéctica interna. Las experiencias arquitectónicas, especialmente dentro de la escala urbanística están influenciadas no tanto por análogas experiencias europeas y por hábitos consolidados, sino por un patrimonio de ideas y aspiraciones que en Europa no logran convertirse en realidad.... las cuales contribuyen a aligerar la carga del pasado y preparar ya el futuro moderno por venir.

Las ciudades se tornan complejas estructuras de intercambio, donde lo racional es definido o se sitúa en ella como pura expectativa de comportamiento, como meras referencias cruzadas en un sistema de interacción arbitrario. La vida social moderna es así un gran campo de negociación de expectativas y es esta negociación la que decide sobre la vigencia de los objetos y las conductas valoradas. Sobre esta trama aparecen supuestos, que se constituyen en sucesos indirectos, que no son vivenciados sino como imágenes sobre un escenario virtual, desde los cuales la masa comienza a transformar sus expectativas y acciones en el sentido indicado por estos, que al hacerse reales, las acciones verificadas como correctas crean una situación de “seguridad” esporádica, que esta en permanente cambio. Hago analogía de este fenómeno con lo “planteado” (no creado) por Kant, donde el legislador interno del campo imaginario, reduce al sujeto, de lo real a lo idéntico, que significa fijarlo, para situarlo. Kant dice que sólo la noción trascendental hace posible la identidad, ¿Qué identidad? , ¿La posible de sincronizar como un dato más, obligado a una eterna mutación, para preservar una vigencia en este campo de supuestos cambiantes? “En lugar de principios trascendentales que son simples condiciones de pretendidos hechos (Kant), establecer principios genéticos y plásticos que refieren el sentido y el valor de las creencias, de las interpretaciones y las evoluciones (Nietzsche)” (Deleuze 1986).

La desestabilidad de referentes lleva a forzar la necesidad de nuevas respuestas identitarias. La saturación de los sentidos o mejor del delirio virtual, lleva de vuelta al circulo tribal, como G. Brunno ante la inmensidad del desierto se puede remirar en su simpleza, es el inevitable retorno del que habla Nietzche, porque no existe esa dimensión del allá, ese fuga, que hace ir en la búsqueda del limite sin frontera, de un horizonte que nunca llega. En algún instante la armonía perfecta, el canon de composición, el escenario de las artes liberales ... se torna siniestro, se torna la tragedia del ángel caído, terminando la construcción hacia un alter ego, hacia un yo trascendente allá, para justamente renunciarlo y encarnar algo capas de revelar la presencia viva del aquí, entre los míos reales y próximos. El regreso a las formas de convivir real, donde la acción esta determinado por un sentido emotivo, donde prima la noción de aldea arraigada sobre la noción de proyección global.

El peso propio de una localidad es esa singularidad que se sitúa discontinua al progresivo ordenamiento de un mundo feliz. Es un rincón cualquiera, un caos amable pero inasible, donde se permanece en la presencia de un “estar por existir”. Lugar donde se hace insostenible la creencia o teoría de que un “rol para ser”, puede ser nuestra salvación eterna o nuestra gran ecuación. Al vislumbrar esa insoportable levedad, nos hacemos cómplices del extraño atisbo a un abismo siniestro y amado, desde donde surgirá la más dulce belleza encarnada, la llama de Prometeo, el ave Fénix, la amada inmortal, la no-forma aprensible de un ente grupal, una comunión con las extensiones sensibles de cuerpos gloriosos y próximos, una complicidad, “un lugar” que entonces podrá defenderse:

de fantasías y tantos sueños despiertos.
de extensiones que convergen al mismo infinito.
de la utopía de un no lugar.

Todo colectivo tiene un vínculo primario con un lugar, la aldea como fenómeno pre-urbano gozaba de un vínculo o lazo primordial de soporte muy elemental. El uso de artificios rituales era básico y auxiliar a los cuerpos de sus chamanes o sacerdotisas quienes eran ellos mismos sujeto de arte, el cuerpo era arte en comunión directa con su clan, reforzando una mágica y misteriosa simbiosis. Al hacerse más complejos los artificios se tornan tanto objetos como soportes de representación, donde paulatinamente el cuerpo se sitúa al margen del hecho colectivo, generando un alejamiento en soportes espaciales que se ordenan en instancias de exclusión o intercambio controlado. Surge así, la ciudad en que sistemáticamente se moldea la cultura civilizadora y en donde la arquitectura ya no sólo es respuesta al medio como condición primaria de refugio y vínculo, sino representación artificial de un “entre” dos mundos, custodiado por una elite sacerdotal. El evidente debilitamiento, dicotomía o transformación de este lazo primordial: Chamanes–clan, se re-articula de distintas formas de acuerdo a contextos, que en Europa pueden ser considerados principalmente dos:

1. Contexto Nórdico, aislado y de pequeña población, medio natural hostil y escaso. El movimiento se genera en el centro, donde la mirada permanente por hacer esfuerzo de mantener la luz, es regulada por una elite que seduce y protege por medio de artificios entre-abiertos, donde el esfuerzo e iniciaciones crean posibles acercamientos al centro de luz, un otro.

2. Contexto Mediterránea, de convergencia y grandes poblaciones, medio natural sobreabundante. El movimiento se genera en el borde, donde el tacto permanente crea mercado y fiesta regulado por una elite que somete y protege por medio de artificios entre-cerrados, donde el goce y espectáculo, distrae del centro de misterio, la nada.

Ambos artificios crean una especie de compensación simbiótica con respecto al medio natural y son coherentes a una dialéctica interna propia o lazo primordial. El artificio mediterráneo regula el desborde corporal, mientras el nórdico con la mente alimenta la escasez. El lazo primordial natural sin embargo, es vulnerable al artificio abstracto que puede generar en él, un rompimiento irreversible por medio de una fuerza que se “vuelve contra sí misma”, quedando la “existencia presente del lazo” que está y vive en comunión con los lugares, como algo no valioso en sí.

Nietzsche llama a esto “alejamiento nihilista de la existencia”, que tiene según dice dos tipos de alejamiento: el deseo de la nada y el deseo de ser otro. Dos maneras en que la existencia es despojada del lugar y la vida, dos tesis que surgen como hechos reactivos a esta alteridad, antítesis o fuerza que hace al lazo primordial volcarse contra sí mismo. El lazo primordial como amable pero enigmática fuerza implosiva, de alguna manera se invierte, entremezclando su misteriosa cohesión, con formas extravertidas, complejas y sofisticadas de identidad referidas a esta emergente seudo-alteridad que se torna gravitante y des-articuladora de la armonía interna. La representación formal que surge como nuevo efecto reactivo, puede contar con presencia formal y monumentalidad, pero es tan solo un pálido reflejo de esta sutil potencia intra-grupal en términos de Edward Hall, una verdad aparente pero útil para el vínculo intergrupal del colectivo con la nueva vastedad del territorio, en vías de articulación con el espacio infinito, finalidad teleológica del proto-fenómeno. Una gravitante mutación de este lazo primordial, se origina en Grecia y se propaga por estos dos contextos recién mencionados de Europa, donde se acentúa en ambos casos la fisura del lazo por medio del nuevo artificio que va influyendo en todo el mundo aldeano sobre el cual se difunde, mimetizándose en las “formas” de ambos mundos:

1. La Grecia Arcaica de templos y pueblos de iniciación que prometen poderes luminosos y el deseo de ser otro, propagada mas allá del Rhin y Danubio. El luminoso artificio generador ante la escasez, se descompensa acentuándose el delirio de poder ante el ser otro, potenciado por iniciaciones.

2. La Grecia Magna o Clásica del espectáculo dirigido que oculta poderes represivos y el deseo de la nada, propagada por el mediterráneo. El misterioso artificio regulador ante la sobreabundancia, se descompensa acentuándose la fatalidad criatural ante la nada, ocultada en el espectáculo.


EL PROGRESO DE LOS PAISES DESARROLLADOS DEL NORTE, ES LA CONSTRUCCION DE ESTA FANTASIA Y FE EN LA URBE, AQUI SURGE LA INDIVIDUALIDAD COMO LA EFECTIVA POLÍTICA COERCITIVA. LOS SUB DESARROLLADOS VIVIMOS LA FATALIDAD CRIATURAL, QUE TEME REVELAR LA NADA Y PECHA AL MARGEN DE ESE TODO-PROGRESO, QUE NO NOS GENERA MAS QUE UNA OBVIADA SOSPECHA: ES REALMENTE NECESARIA?

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