jueves, enero 31, 2013

TRABAJO E INTENSIDAD ENCARNADOS, SITUACION E INMANENCIA. (Primera Parte).




 




La intensidad de vivir no tiene relación con estar sumergido en una tarea específica, lo que implica el pacto racional-empírico de estar focalizado en la realización de la visualización de esa tarea, sea esta tarea, hacer un enorme esfuerzo en contrarrestar  fuerzas que forzadamente enfrentamos para realizarla, o simplemente  sentir un “disfrutar-aceptar-resignarnos” al hecho, como una realidad con la cual creemos fluir como un todo. Cuando el crudo, ciego y solitario esfuerzo se cree disfrutar como una realización visible y luminosa, quiere decir que el virus esta “calando” y la idea falsificada de un ente como parte existente de un paradigma olográfico, es simplemente una calumnia al mundo de la existencia inmanente.

No se trata de un regocijo por lo ejecutado o lo que está en proceso de ejecución. No se trata de la sensación liberadora de emprender una asignación titánica revelada por Dios, invocada por la nación o la jerarquía de turno y embarcarse en ella, aunque quizás más se trate de cultivar un pequeño huerto y estar en él cuando se está. 

La experiencia intensa, no consiste en el trabajo realizado como fuerza más menos precisa o su efecto más menos propagador, como tampoco de la vibración particular que se pudiera sentir para inmediatamente atribuirle un significado arbitrario y caprichoso, un foco vago hecho sentido y proceso, antes que este sentimiento-visual difuso escape. 

El trabajo no da frutos o alguna satisfacción atribuida a la palabra “vivir”. El sentido del trabajo no es lo que representa o lo que abre, no es una forma o tipo de conciencia deliberadamente buscada. En cambio la espontaneidad del trabajo, asumida como la cruda sobrevivencia de la entidad o ser, su mensura, su ponderación pero sin fuga a una expectativa, su empirismo radical en palabras de F. Varela, puede abrir a la intensidad, al horror y temblor de una fuerza sutil que in-tensa la noción de lo presente.

Hay por lo tanto en el “trabajo” de sobrevivir que comulga con la intensidad de vivir, algo asociado al retorno inmediato de ese “trabajo”, de su efecto sobre lo inmediato y su reciprocidad,  sin intermediarios que se beneficien o lo fuguen de ese esfuerzo y lo disocien de su preciosa circularidad, para generar una carencia, ya que nunca vuelve en sí, si no como un sustituto, un simulacro de ese algo que ya no retorna, que se pierde y divaga en la expectativa de una falsificada continuidad, perversa ilusión de inmortalidad, que nos hace perder la vida. Sin retorno inmediato, se instala el complejo de autoridad sagrada, una ofrenda hecha al abstracto, que pareciera dar frutos. Damos sudor para obtener pan, glorificamos a Dios por medio del trabajo, ya que al parecer él hace este "retorno" posible. Retorno absurdo que el mundo ve como milagro.

Cuando el contexto propicia una dinámica ecológica, la intensidad de vivir y el trabajo de sobrevivir son parte de un contexto o lugar que los constituye. No se trata de un proceso aislado y auto regulado que busca la mejor opción para sí, como una entidad cerrada  en un escenario abstracto e instrumental. Tiene directa asociación a la situación  que lo acoge para libremente desplegar vida allí, sin soporte, estructura o paradigma que le de posición y magnitud en relación con un infinito allá. Se esta y existe, sin hacer para ser otra cosa, sin hacer para recibir de otro lugar. Un nomade siempre se despliega por su mundo, un sedentario espera que el mundo lo llame.

El silencio es perversamente espaciado por los segundos de un reloj y la vacuidad de mundo allí , se torna una plataforma para con el infinito.

La intensidad nunca emerge de la situación como motivo radical y puro, la emergencia tiene una resistencia, el motivo irracional de abrirse a la mimesis (distinto a reaccionar a lo establecido), de atrever y perder como situación sin comparación; se entremezcla con el propósito racional de cohesión deliberada respecto a la mimesis, colectivamente reforzada en la urbe, por medio de círculos viciosos dirigidos por los privilegiados del grupo, en torno a lugares comunes. Son las convenciones, las representaciones mentales o imaginarios colectivos, los valores en curso (M. Weber), auto referentes o en sintonía con una trascendencia y por tanto tendientes a acercarse o aislarse de su estado de inmanencia real dependiendo de la frecuencia grupal.El tejido y la escala, son fundamentales para el eco de esta experiencia.

Lo colectivo se pone en sintonía con un alineamiento, conocido como “progreso” o trabajo común. Progreso en comunión con la intensidad o en derecho rechazo a una falsificación de la intensidad impuesta como pretexto por parte de los poderes fácticos, para justificar la necesidad de sintonía con una trascendencia, llámese dios o democracia.

Sean estas percepciones colectivas o sensaciones individuales intensas, sugerentes, interesantes, sublimes o eróticas, se constituyen como mecanismo de distancia para que la entidad se preserve de la mimesis absoluta y catártica con su contexto, conocido como “pasar al otro lado”, “vuelta sin retorno”, experiencia delirante, desbordada e incluso suicida. La mimesis total podría entenderse entonces como un estado de locura o trance, una experiencia catatónica  en donde la entidad se pierde y pierde su constitución. Según Morris Berman, Wittgenstein hace referencia a “un marco” para la paradoja de la inmanencia, una manera de cohesión ante la inmanencia, sin ser un rechazo posicionado en un espacio paralelo a esta, por motivo de esta falsificación que la excluye.   

La vacuidad o la nada, tiene de esta manera un paradigma para ser abordada manteniendo una cohesión con ella, sin embargo las ilusiones como cohesión rechazan la nada justificándose como una verdad en contraste a la nada como mentira: dos realidades, el dilema mental.

Estas “visiones” pueden llegar a ser sublimes y regocijantes, pero como indica Machado: “En mi soledad - he visto cosas muy claras - que no son verdad.” Existe una dimensión luminosa, que responde en rigor al orden y estabilidad de entidades y su colectivo sobre determinados contextos, pueden incluso ser un fenómeno bellísimo y sublime en cuanto a despliegue y forma, pero no tienen relación al motivo paradójico de la existencia.

En la mente siempre aparecen  nuevos escenarios que se proyectan y ejecutan-o-no sobre la realidad, pero no son propios de tender a una inmanencia de vivir puro y permeado al mundo, opuesto al puritanismo que implica la cristalización con el mundo en pos de un modelo mental “puro” que permite opere en la realidad de un mundo ajustado a este, generando que “parezca” una manera mas eficiente, utilitarismo J.S Mill. El control de la naturaleza, puede encausar fuerzas a formas requeridas, lo cual no lo hace eficiente. Una probeta dirige un fenómeno, pero lo separa de su intensidad y por tanto hace de su base un estado inevitable a la inercia o neutralidad de sus particulas, que deben ser luego estimuladas desde afuera, como un soplo divino.

Esta cristalización mental, esta muy lejos de ser el vacio mental permeado a la posibilidad de vacuidad del cuerpo.

La cristalización es una reacción a la incomodidad corporal, que debe ser salvada para la sobrevivencia de la entidad o identidad respecto a una alteridad que le exige esfuerzos más allá de su propia existencia. El aferrase al “uno luminoso” en contraposición a lo “otro oscuro”, en donde un contexto real no acoge a dos, sino un contexto abstracto los divide para gobernar (N. Maquiavelo) en pos de uno, que se abre a un paradigma distante y discontinuo pero paradójicamente visible.

El dos como representación desencantada del mundo se posiciona como situación permanente, por medio de un artificio de falsificación capaz de emular los flujos reales de amenaza. Todo “otro” así, contexto completo, es una amenaza. La anticipación necesaria para salvarse de esta amenaza, esta incorporada en el dispositivo falsificador y opera con la lógica del alineamiento grupal en torno a un escenario posible, pero distante y discontinuo, un horizonte invariante que nunca se toca pero se ve.

Las polaridades de este grupo alineado, como variantes extremas del mismo horizonte invariante, enmarcan un amplio rango de variantes o tipologías, entre la divagación de entes etéreos con posibles perturbaciones de inadaptabilidad por estar a la deriva o margen aleatorio extremos al paradigma social, hasta la focalización de entes concretos con posibles neurosis obsesivas de frustración por no estar en el centro deliberadamente anhelado de su sueño americano cuasi frustrado. Entre ambos existe la media insípida y aséptica.

Por muy perspectivado y amplio entonces, que parezca este abanico de  posibilidades, todos se alienan al horizonte invariante  común, de la entidad articulada a algún tipo de trascendencia extrema, alejándose de la mimesis intensa de la inmanencia como un mundo encantado. Es la estructura subyacente a las formas aparentes, formas ordenadas por los sincretismos religiosos o los consensos políticos, que permiten mucha forma en libertad aparente, subyugada al fondo común que despliega finalmente los hilos invisibles.    

Por diversas que parezcan estas manifestaciones individuales, son sólo reacciones  al estado de alerta de algún tipo de amenaza que se vislumbra en ese horizonte común invariante, latente e invisible. Incluso los consensos, axiomas o contratos sociales, son reacciones socialmente acordadas, que sostenidas en el tiempo se transforman en tradición o leyes universales. Son las formas en la caverna de Platón, son el cosmos como porción de caos de Ortega sujeto a la regularidad, que finalmente les impide un trabajo en comunión con la intensidad de la vida, le impide el secreto de dos, ya que no es de Dios. La intensidad de la vida tampoco es el conocido “camino del centro” que se sigue o da como camino ejemplar, es simplemente caminar y retornar siempre al mundo.

La tensión de la vida entremezcla las apariencias distantes que nos dan placer y constitución a la entidad, con la genuina intensidad que da goce a la totalidad de un cuerpo presente, inmanente, mimetizado y permeado con lo real. La fantasía falsifica el goce, como el perfume anula las feromonas.

Esta simbiosis entre la entidad y el entorno es armónica, en la medida que el alineamiento de la materia orgánica para constituirse en entidad, sea un proceso biológico espontáneo de la entidad y de allí con su grupo y entorno. Cuando esta constitución se transforma en un proceso artificial y deliberado por individuos para lo social, como son el ciudadano para y con el Estado, se crea una disociación de esa entidad con su grupo y contexto. La espontaneidad biológica siempre existe, pero se entremezcla y confunde con este nuevo soporte paralelo.

La entidad responde así, a un “rumor”, ruido o virus informativo aislado, distante y teleológico, que la aleja de su constitución espontanea como trabajo en comunión con la intensidad de su contexto. El trabajo entra a una red sin retorno inmediato, con lo cual se da un rompimiento del retorno. El momento y lugar donde es entregada la “mercancía”, cambia todo el escenario de la interacción, la utilidad del trabajo (K.Marx). La constitución espontanea justamente es denominada teleonomía (J. Monod), como contraposición a la teleología aristotélica.

Se habla de dos escalas capaces de interactuar, manteniendo ambas sus naturalezas, la privada como lo íntimo familiar y la pública como el servicio a la comunidad extensa. Esto es una falacia, ya que lo íntimo familiar como núcleo, en el escenario más óptimo, se posiciona en esta esfera pública mayor reprimiendo y controlando otras esferas, conservando sus privilegios en la medida que estos otros núcleos no radicalicen la esfera pública. Esto implica una lucha permanente de clases, que se sostiene como amenaza permanente.

Los ejércitos de estas esferas públicas mayores, defienden “formalmente” fronteras constituyendo la apariencia de su rol, pero lo que realmente controlan es la estabilidad interna de su esfera, para que exista cierta estabilidad de la clase privilegiada, los amos locales. La radicalidad por tanto es una válvula de escape permitida por los círculos conservadores de estos estados nacionales.

La pequeña escala o esfera íntima, esta por tanto subyugada a las pequeñas esferas que controlan estas grandes esferas y a su vez interactúan desde un ámbito intocable de las altas esferas, con lo cual no me refiero a la ONU, palo blanco político de este grupo invisible.

El proceso simbiótico entre entidad espontánea como cuerpo total y mimesis con el entorno, desencadena en un dilema o trauma existencial entre la entidad artificial como ideal donde prima la mente y la amenaza del entorno como tragedia natural. De aceptar una dualidad armónica con el entorno, nos hacemos enemigos de una dualidad perturbadora la cual intentamos resolver con lo univoco, por medio de un artificio cósmico que lo representa separándose de una naturaleza desencantada (M. Weber) y caótica. La urbe nos salva de ese fenómeno indómito que es la naturaleza, manteniendo la mente en un estado deliberado de entidad, un virus informativo en permanente falsificación de lo espontáneo, para constituirse en la realidad de “así como” (H. Vaihinger). 

Las agrupaciones por lo tanto, sin contar con el alineamiento espontáneo de sus entidades que les permite estar en comunión con el grupo y entorno, requieren de una nueva manera para lograr cohesión y alineamiento. Esta nueva lógica permite agrupar colectivos trasgrediendo escalas y maneras naturales de vínculo. Somos así huérfanos sedentarios de una realidad perdida, la realidad nómade.    

La Decadencia de Occidente (O. Spengler), El nacimiento de la Tragedia (F. Nietzsche), Las Deshumanización del Arte (J. Ortega y Gasset), “The Wandering God” (M. Berman) son libros que de alguna manera acusan esta evolución. 

Es interesante observar que en la naturaleza existe una capacidad adaptativa muchas veces asombrosa, en que especies evolucionan y mutan rápidamente sus mecanismos fisiológicos para alimentarse y así poder sobrevivir. También las ofrendas que realizan ciertos animales domésticos se pueden considerar mecanismos de adaptación, pero sin relación a un llamado biológico salvaje, sino un artificio de domesticación. 

Se puede entender en este contexto, las distintas maneras de aproximación a la corporalidad. Nietzsche dijo que la utilidad del fenómeno no constituye la razón de su génesis, el cuerpo no es útil a un propósito ajeno a sí, que construye artefactos sólidos que lo salven de la amenaza o naturaleza siempre bajo premura (Morris Berman). Esto sin importar cuánto se desvanezcan estos sólidos en el aire y moldeen al entorno (Marshall Berman). Tampoco importa cuán líquido puede ser el escenario moderno, para propiciar mixturas entre lo etéreo y concreto (Z. Bauman). 

Pero un cuerpo sin órganos (G. Deleuze), sin funciones que realizar y tendiente a lo catatónico, entra en esta escena de la inmanencia. Los ejercicios de temblor de D. Bercelli, liberan este trauma y conectan con la intensidad de la inmanencia. 

El cuerpo acoge la vida y con ello los procesos de la vida. En paralelo a este “acoger la vida”, regula su vínculo con la sombra, al punto de reprimirla por lo general. El psicoanálisis elabora estrategias para abordar la “sombra” o inconsciente y regular su emergencia, sea Freud, Jung o Lacan. Como el cuerpo acoge, también despliega vida, lo que W. Reich denomina como el inconsciente que se manifiesta en el cuerpo. La inmanencia no es un camino, es caminar. El alma es lo que el cuerpo hace, el alma no es el camino para el cuerpo. 

Las ciudades propician dinámicas en las cuales la posición formal del cuerpo, su apariencia y representación mental, es lo concreto y real. Paralelamente en la ciudad, la intensidad y flujo del cuerpo en cambio es irrelevante. Max Scheler acusa la importancia de espacios sensibles sobre geométricos, como contraposición a Kant.
 
El arquitecto chileno Juan Borchers dice que la ciudad moderna como configuración, hace que los ojos anulen y no aúnen los demás sentidos del cuerpo, generando que escapemos a mundos paralelos de la imaginación, lo que los mapuches llaman “soñar despierto”, como algo ilusorio muy lejos de ser mágico. 

J. Pallasmaa se refiere a que las configuraciones difusas y sombreas han sido sustituidas por la transparencia, higiene y focalización, en donde el ojo focaliza e imagina sin cuerpo, sin los ojos de la piel.  



SEGUNDA PARTE NO EDITADA

La tensión y la neurosis surgen cuando se acusa el umbral entre dos focos: la situación actual del ente auto-visualizado sintiendo alguna incomodidad o amenaza, y el vislumbrar algún tipo de escenario futuro para la sobrevivencia como anhelo esperado que da paz. El focalizar permite este transito teleológico, que por otra parte rechaza cualquier sensación de inmanencia difusa. 

Este desempeño de focalizar y visualizar posibilidades, surge natural de un alineamiento espontaneo de la entidad biológica, que ha sido utilizado como mecanismo para hacer al órgano perceptual deliberadamente reaccionar frente a una determinada amenaza. De esta manera la amenaza u origen del problema, puede ser producto de una sugestión mental más que un fenómeno real, que hipnotiza y se deposita en la carne como molestia culposa, de naturaleza permanentemente bajo premura. 

La sensación de sobrevivencia original, puede ser administrada con un dispositivo creador de amenaza. La amenaza como puesta en escena, posible en la antigüedad por la anticipación de eclipses por parte de los mayas o aztecas, o la acusación de brujería por parte de la inquisición, hoy tiene otras formas: Actos terroristas, 911 Inside Job o HAARP. Incluso los virus son rumores informativos que sugestionan y enferman el cuerpo. El control del alimento por mecanismos transgénicos de Monsanto, no deja duda que luego será el agua o incluso el aire.   

Por ende acercarse al anhelo, salvación o sanación, no sólo  calma esta tensión, sino que se  asocia a satisfacción o placer, lo conocido como estado de paz o auto-realización. Posicionar un discurso atenúa el estado de incertidumbre, el discurso desde un personaje que atenúa la incertidumbre, personaje que no sólo es una máscara u otro yo, sino también una parcialidad incompleta que requiere la plenitud que le ofrece el nuevo paradigma. 

Como parte, se completa con el todo al cual le sirve.

Servirle entonces le calma, pero servirle a este todo también perturba. Existe aquí una paradoja de estar en el orden. G. Hardin plantea esta problemática en su ensayo “La Tragedia de los Comunes”. En el orden o contrato  social, hacer el “bien” tiene “recompensa”, como hacer el “mal” por contraposición tiene “castigo”. Pero el dilema es la sensación de que hacer el bien también perturba. Esto se debe, a que la base de nuestra “probeta urbana”, exige al individuo la distinción irracional frente a la homogenización del grupo o estado natural encapsulado, como si esto fuera asfixiante. En este contexto de probeta urbana, la materia obviamente tiende a la inercia o entropía y requiere de mecanismos que inviertan ese hecho. Para el neoliberalismo es la “libertad del individuo” y su deseo contra el contrato social y el estado, para la cuántica es un orden o subsistema dinámico que vitaliza un subsistema de orden estable y homogéneo.

Como indica Wikipedia: “Así como la entropía establece que la energía y cualquiera de sus formas de manifestarse (ya sea en forma de materia, de plasma o radiación) tiende a buscar un estado de equilibrio inexpresivo continuo, la neguentropía define la energía como una serie de causas y efectos armónicamente acomodadas en las que la suma total de los efectos armónicos dan como resultado un acople de mayor magnitud que el original, siendo una forma de resonancia que da como resultado paquetes de energía perfectamente utilizables por cualquier sistema perceptor de sus efectos.” 

Este fenómeno es claramente acusado por J. Garretón en su Teoría Cibernética de la Ciudad, en donde plantea soluciones urbanas para fomentar la difusión de la información, como agente neguentrópico en contraste a la entropía. 

La entropía se asocia también a la incertidumbre, pero yo lo asocio a una especie de asfixia de la especie sometida al encapsulamiento social, que al fomentar reacciones individuales azarosas, por efecto crea escenarios de riesgo e incertidumbre entre sus pares, sobre todo hoy, accidentes (P. Virilio) propios de la ansiedad posmoderna (A. Roa Vial). Como señala Morris Berman que en Estados Unidos la paranoia y arrebato social, ha llegado a niveles demenciales. Esta sensación de “incierto”, es la falsificación del incierto-difuso como fenómeno de la intensidad del mundo vinculado a la tierra y no tanto al sol. Existe un conectarse a una tele-visión o visión distante que pareciera en continuo con nosotros y entre nosotros, pero no está. Este fenómeno se  manifiesta tanto en el aparato del televisor como en el conocido inconsciente colectivo (K.G. Jung), capaz de alinear las masas en un determinado “progreso” (F. Nietzsche). 

El creer aproximarse en concreto  a esta visión distante anhelada a-priori, disminuye la brecha entre esos polos de luz y oscuridad, que por efecto calma y da paz, como una verdadera droga que descansa en la sensación de lo “univoco”. 

¿Cómo se instala y resuelve esta visión? Por medio de un soporte (cuidad) que induce a realizar ciertas prácticas, para así deducir como necesario ciertos paradigmas que responden a una inteligencia prospectiva y anticipatoria. El racionalismo y empirismo trabajando en equipo. 

Se puede entender el celibato como algo muy distinto al mecanismo de represión sexual, si se observa que el motivo por el cual se realiza el acto sexual en la naturaleza, no es sólo por un instinto práctico de la naturaleza, sino también por el placer mismo del acto en el protagonista. Esto genera una enorme duda en determinar si el sexo es genuinamente goce o una manera de mantener funcional el mecanismo para asegurar la procreación. Si bien existen especies que literalmente “sucumben” gozosos y auto centrado ante el acto sexual, existe también la renuncia radical de la misma entidad por preservar la especie. Lo que se podría entender entonces por un acto de amor superlativo, es más bien un acto practico de sobrevivencia de la especie. 

Todo lo entendido por “amor”, en estos términos, es un acto-reflejo de sobrevivencia. La utopía o romanticismo, no es producto de un delirio abstracto de altruismo libre y desenfrenado por un otro, ya que simplemente es una analogía practica con la dimensión biológica y natural, en la cual debe existir una satisfacción por parte del sujeto, para portar el relevo y permitir que siga la carrera del “show that must go on”. En la naturaleza su vinculo con este ciclo es espontaneo, en el artificio urbano, es vinculado a esta “mecánica” por opción, deliberadamente. El artificio por tanto puede representar la amenaza y prácticamente falsificar la totalidad del ciclo, cerrándolo en un círculo de cosmos, como porción de caos sujeto a la regularidad (Ortega y Gasset). 

También cabe aquí la idea del sujeto “alfa” que guía un colectivo para responder a un determinado alineamiento. Su rol tiene asociado una serie de “privilegios” que reafirman o distinguen su “entidad” ante el grupo. La lucha deliberada por esta “posición”, es uno de los principales agentes catalizadores de la dinámica urbana. 

Si la luz urbana entrega las claves para la sobrevivencia de la vida ante la muerte en la naturaleza indómita, en donde la satisfacción de deseos tendientes a lo sublime son el mecanismo para asegurar la participación interesada de las entidades involucradas, por analogía no es la oscuridad la que entrega los misterios de la muerte en vida, por medio del goce a la renuncia en ciertos ritos sacrificiales (P. Morande). El ojo moderno ve con terror inmolarse por algo superior o al margen de cualquier encapsulamiento, de hecho el suicidio es muy mal visto, simplemente no es opción, como en algunos círculos todavía no es opción el separarse. 

Esta analogía entre lo que se entiende por “vida” y “muerte”, simplemente da lógica al tránsito histórico entre el “oscurantismo” misterioso administrado por los moralistas del misterio que someten otros a un sacrificio por sus intereses, y el “iluminismo” administrado por los idealistas del paradigma que invitan a todos participar de la auto-realización del individuo entre un colectivo que le sirve a este propósito. La clásica construcción hegeliana de la antítesis que justifica la tesis. 

El iluminismo simplemente es una manera de adornar formalmente y dar sentido libertario a las exigencias de una artificialidad crudamente instalada con anterioridad por el oscurantismo. El oscurantismo asienta las bases de una cultura decadente, que el iluminismo intenta disfrazar, para que el someter se transforme en seducir: esto es utilizar las mismas fuerzas del adversario en su propio beneficio, es un tema de economía de recursos. 

El adversario es convencido o persuadido a aceptar un contrato que da beneficios y condiciones, que para él “parecieran ser” conveniente en la suma y resta, por lo cual no opone resistencia, ya que libremente “eligió”. Básicamente es una esclavitud disfrazada, en la que el sujeto es vinculado a la mecánica libertaria por “opción”, siguiendo ciegamente a la maquina soviética o doctrina leninista. Osvaldo Torres dice que había una vanguardia y las masas la seguían y si ello no ocurría era porque estas no habían alcanzado una “consciencia para sí”.

Estos mecanismos utilizan recursos biológicos como el placer del sexo para sí, para esconder el instinto de la sobrevivencia ante lo otro en simulacros del “goce”, que tiene relación al erotismo surgido como respuesta a la conciencia de la muerte como una posibilidad latente (G. Bataille). La cristalización de Hume, tan bien vista por círculos esotéricos de “cosmic diamonds” evita permeabilidad con las cosas allí y presentes del mundo, estableciendo efectivamente vínculo con un más allá, vinculo con un alineamiento cósmico luminoso, que como bien dice Machado, para efectos existenciales, no son verdad. 

El goce tiene relación al estar y existir desde siempre, no a la satisfacción de lograr una cómoda sobrevivencia coyuntural inestable y precaria, acechada por el temor a la amenaza de la muerte siempre latente, que con lleva a la sensación perpetua de una “naturaleza bajo premura”. 

Esta falla básica, puede ser tratada con efectividad, trabajando el “afecto” sobre la “instrucción”, ambas, pero clara la jerarquía. ¿Con cariño y firmeza o firmeza y cariño? (Jane Nelsen). Para que el afecto prime, implica habitar un medio de escala acotada y soberano, sus equilibrios asociados y un legado de ciertas garantías para todos los miembros. El racismo moderno es una tergiversación de la etnia, el sectarismo también de lo comunitario. La etnia apela a una igualdad real, donde el colectivo comparte una base tácita, ya que un determinado contexto lo permite. 

La mixtura moderna de las grandes metrópolis, ha querido imponer una igualdad utópica racional e hipotética, en que sin embargo la discriminación es inevitable por la complejidad y escala impositiva sobre los tejidos más sutiles a escala. Si bien los sectarismos son una reacción errónea a la falacia global, existe claramente una resistencia al mundo global. 

La globalización nos ha hecho creer que la diversidad e intensidad sólo es posible con su presencia. La verdad es que la convergencia y densidad de una gran metrópolis garantiza dinámica, competencia y estímulos para movilizarse, pero alimentan la resolución de una tensión y no una experiencia de la intensidad. El progreso es justamente ese camino sin termino, que paradójicamente al buscar el equilibrio y la equidad, crea más tensión.  

Los mecanismos individuales para lograr los equilibrios de esta tensión colectiva, son tan variables como posicionarse en la cima del mundo con un trabajo exitoso, lograr equilibrios acéticos del cuerpo y el complejo mundo interior, vivir como vago en la miseria más perturbadora pero en equilibrio, ser querido o admirado, rezar por la paz mundial hasta sentir que efectivamente sientes paz, hacer sanaciones a distancia, ser médium de un misterio o lograr que el cuerpo resista niveles insoportables de trasgresión física y se mantenga imperturbable. 

Esta variabilidad de “trabajos” apela a encontrar una capilla ante esta tensión, justificada con un “rol” de la entidad para con la funcionalidad con el mundo. La utilidad del fenómeno que da razón a su génesis. Incluso la bella sobrevivencia en él, es un mecanismo quizás más sublime que igualmente disfraza su crudeza. Sin embargo, todas estas prácticas no tienen ninguna relación con el hecho de simplemente saber estar en el mundo. 

Los templos originales, fueron aparatosos artificios, construidos por muchos para pocos. Existía en ellos una presencia de lo inmenso acotado, representado como lo inmenso, como la noche estrellada en un desierto experimentada por G. Bruno. Luego esta representación fue instrumento de movilidad, ofrendas y salvaciones para la masa. Al “abrirse” los templos también se cambio el giro de las representaciones. 

Sin embargo fueran el vacio originario, la salvación, justicia o igualdad más reciente representada con la “democracia”, la “inmovilidad sustancial” de R. Moneo, no tiene relación a un artificio, sino nuevamente a estar en el mundo en un cuerpo sin órganos.  
 
Los niños no sólo tienen cuerpos flexibles y plásticos, sino cuerpos abiertos y esponjosos. Cuando el afecto prima sobre la instrucción a esa edad, la formación del cuerpo es más natural, biológica y genuinamente “propia”. La instrucción en cambio acelera el compromiso con las funciones del mundo, lo que se llama “crecer”. Existe un dicho jesuita: “Dame un niño hasta que tenga 7 años y te devolveré un hombre”. Me parece espeluznante esta sentencia. 

Por otra parte se dice que la vida comunitaria, propicia una formación donde la fijación por la madre se atenúa, ya que varios miembros forman lazos con el niño y la responsabilidad no cae sobre la madre como “foco”. La des-focalización o vida “difusa”, si bien no alinea con la “instrucción”, abre ese espacio íntimo del misterio de estar por existir, sobre la obsesión de hacer para ser. 

Así finalmente, podríamos decir que los regalones o en definitiva “mamones”, si bien no congenian mayormente con la sobrevivencia en el mundo, su frecuencia es más autónoma, ya que  no cuentan con la obsesión de alinearse con los valores en curso del orden imperante. Si bien su sentido práctico puede parecer dudoso, su carisma es evidente. Este factor incomparable, también ha sido motivo de manipulación: el factor “x”, o “personal touch”, son definiciones que pretenden moldear ese “no sé qué”, esa singularidad. Lacan lo destruye con la idea de que el deseo o atracción por alguien se puede desmenuzar en las partes de ese alguien. Zizek acusa el “personal touch” del más es menos, en contraposición y compensación reactiva y necesaria al menos es más del título simbólico que se nos impone socialmente ante el cual somos impotentes por nunca ser capaces de cumplir con esa expectativa, probablemente de origen también lacaniano.  

Se torna un terreno insondable, íntimo y cómplice.

Somos “tan todo” con el colectivo, que este escenario se torna prohibido, turbio y privativo al sujeto, pero no a todos los sujetos, sólo a los que se encuentran en el estado medio, con expectativas, para lo cual creen en la moral como mecanismo para emerger.





2 comentarios:

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